Hace unos días conmemoramos el Día Internacional de la Mujer, con el cual se reafirma la lucha por la participación de las mujeres en sociedad y su desarrollo íntegro. Las imágenes que circularon en redes sociales, nos permitieron ver una masiva movilización que se realizó en las principales ciudades del mundo: París, Madrid, Londres, Ámsterdam, Oslo, Estambul, Nueva York, Buenos Aires, Santiago, Bogotá y, por supuesto la Ciudad de México, entre muchas otras, incluyendo a Toluca.
Son muchos los puntos que integran la agenda global sobre el tema, aunque, sin duda, los detonantes claros de la manifestación son los vinculados a: la violencia que ejercen los hombres hacia las mujeres, la desigualdad salarial y el acceso a puestos de responsabilidad.
Violencia de los hombres hacia las mujeres: Considerada aquella que enfrentan las mujeres por el sólo hecho de serlo. La ejercen los hombres que consideran que las mujeres son inferiores y que, por lo tanto, deben permanecer en una posición de subordinación.
Los hechos y las cifras nos dicen que actualmente una de cada tres mujeres en el mundo sufre violencia física o sexual, sin incluir el acoso sexual, que forma parte de las violencias cotidianas. ONU-Mujeres estima que en 50% de los casos de mujeres asesinadas, los responsables son sus propias parejas, o algún otro integrante de su familia. Ello significa que el principal riesgo para las mujeres es al interior de su propio hogar.
Desigualdad salarial: En el escenario laboral la brecha de género sigue abierta, las mujeres reciben una remuneración inferior a la de los hombres. De acuerdo con el Foro Económico Mundial, se estima que, probablemente, en 202 años las mujeres podrán ganar lo mismo que los hombres.
Acceso a puestos de responsabilidad: La presencia femenina en puestos de responsabilidad sigue siendo escasa; las estructuras de poder están básicamente vertebradas por hombres y toca a las mujeres “demostrar” su capacidad y su compromiso profesional. Por supuesto que en el caso de los hombres, todo ello se da por sentado por el simple hecho de ser hombres. No solo toca a las mujeres, de manera exclusiva y excluyente, la conciliación entre la vida laboral y la familiar; un reto que la mayoría de los hombres jamás enfrenta. Se trata, en la mayoría de los casos, de barreras “invisibles”, las cuales se perciben con más fuerza en la condición de género.
Todo ello lleva a preguntarnos, una y otra vez:
¿Por qué hay menos mujeres en la ciencia?
¿Por qué hay menos mujeres gobernando?
¿Por qué hay pocas mujeres legislando?
¿Por qué hay pocas mujeres en el arte?
¿Por qué hay pocas mujeres empresarias?
Podemos intentar dar respuestas extensas, aunque también podemos optar por una profundamente sencilla: falta de oportunidades sociales. De ahí la necesidad de trabajar para construir la igualdad en el sistema de oportunidades; trabajar para derribar prejuicios y roles de género.
Es inviable proponer toques de queda para disminuir la inseguridad que enfrentamos las mujeres. Es inadmisible confundir un derecho con un delito, la criminalización al aborto es un retroceso. Es injustificable la falta de igualdad en las oportunidades para las mujeres. Cualquier avance es un avance para todas, cualquier retroceso es un retroceso para todas. No pedimos más, solo lo que nos corresponde: igualdad de oportunidades.
Hay que soñar con tocar las estrellas, particularmente esas estrellas que llamamos igualdad, equidad y empoderamiento. Hay que entender que hombres y mujeres necesitamos construir esa posibilidad. Hay que empezar por comprender lo que decía Bertolt Brecht: “Porque las cosas son como son, las cosas no pueden quedarse como están”.
