Finalmente y después de muchas conjeturas fue Miguel Barbosa el elegido para ser el candidato al gobierno del Estado de Puebla por el partido Morena, así se dio a conocer el pasado martes.
Mucho tuvo que ver el apoyo con el que goza el que será candidato de nuevo, quien de no ganar parece que empezará un juego diabólico, porque buscará otra oportunidad dentro de seis, doce, o dieciocho años, tiene de donde aprender.
Dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador en una de sus pláticas mañaneras a colación de las reformas constitucionales para la revocación del mandato, que no piensa reelegirse, y días después incluso, estampó su firma para confirmar dicho compromiso. Aunque de darse la consulta, lo que sí garantiza, es una permanente campaña que resulta ser muy conveniente para ayudar a los candidatos de Morena en las intermedias.
El caso es que el tabasqueño de acuerdo a lo antes señalado, dijo precisamente eso, que no buscará reelegirse y remató “no soy un ambicioso vulgar”, condición que con su léxico le acomoda muy bien a las expresiones que utiliza para su acercamiento con el pueblo sabio y bueno de México, es lo que los especialistas en comunicación llaman la buena comunicación del presidente.
El caso es que sus palabras obligan a pensar en sus años como eterno candidato, desde 1988 AMLO ha contendido para cargos de elección popular, ese año contendió para el gobierno de su natal Tabasco que perdió con Salvador Neme del PRI, seis años después en 1994 la buscaría de nuevo y perdió contra Roberto Madrazo también del PRI, en el 2000 ganó como Jefe de Gobierno del Distrito Federal, hoy Ciudad de México. en el 2006 perdió la presidencia de la República con Felipe Calderón y 2012 contra Peña Nieto, ¿cómo se le podrá llamar a eso?, ¿si no es ambición, qué será?
Hay palabras y frases que utilizan “los de arriba” de la nueva administración que ya han sido usadas por anteriores gobiernos, acusando a sus predecesores de malas prácticas, favoritismos, corruptelas y todo tipo de vicios, uno de ellos, es el pago de favores. Hemos visto en estos primeros días cómo se han venido beneficiando a personas que su mejor carta de presentación es la cercanía que tienen con el presidente.
Uno de los reclamos más sentidos que recriminaban cuando eran oposición los de Morena, era la selección para cargos importantes de personajes comprometidos con el titular del ejecutivo y por ende sujetos a él, como el caso de Virgilio Andrade, quién fungió como secretario de la Función Pública acusado de favorecer al anterior gobierno con sus decisiones, y así podemos hacer una larga lista de desplantes que se hicieron en los gobiernos del PRI y del PAN, pero que también se hacen en el nuevo gobierno.
Gómez Urrutia es otra de las personas que pueden considerarse abrazadas con el nuevo régimen, así como Rioboó y muchos más, entre ellos se encuentra precisamente Miguel Barbosa, quien parece que apenas fue ayer que despotricaba en contra de López Obrador, y tiempo después, estaba buscando su abrazo amoroso, circunstancias que piensan se han olvidado, bueno, parece que una pequeña parte de la población no la olvida.
Miguel Barbosa ha sido acusado muchas veces de ser un cacique, con sospechas de corrupción, aliado y después crítico de Rafael Moreno Valle, gobernador de Puebla en 2010, quién también acusó en su momento a Barbosa por haber pedido moches. Además de que Martha Hidalgo, madre de Martha Erika Alonso, quien fuera gobernadora de Puebla al haberle ganado precisamente a Barbosa, dijo: “Barbosa tiene las manos manchadas de sangre” en una carta dirigida al presidente López Obrador, entorno a la muerte de su hija.
Fundadas o no las sospechas, no dejan de existir, por eso mismo, el ahora sonriente candidato debió haber considerado con un poquito de decencia, hacerse a un lado para el nuevo llamado a competir por el gobierno poblano. Al no hacerlo, queda en esa hipótesis que gritaba López Obrador, en un vulgar ambicioso, así parece, porque uno de los que quedaron a un lado, el senador con licencia Alejandro Armenta Mier y que aparecía mejor calificado en tres de cuatro indicadores de la encuesta que levantó Morena, no le gustó la decisión quejándose de parcialidad a favor de aquel.
La sospecha de Armenta se basa en el comparativo que hace de la encuesta que se llevó a cabo en la Ciudad de México por su instituto político, en la que se eligió a Claudia Sheinbaum por presentar un alto nivel de competitividad. Sin embargo, el senador con licencia tuvo una medida diferente, ya que los indicadores que se utilizaron para evaluar a los candidatos, lo marcaban como cercano a la gente, con opinión positiva, y como buen candidato, es decir, tres de cuatro a su favor, sólo en el indicador de conocimiento perdió con Barbosa, que fue suficiente para que éste fuera nombrado candidato.
La lógica cambia de acuerdo a quién sea el aspirante o candidato, debe quedar claro, los nombramientos y las candidaturas serán sometidas a un riguroso estudio de sólo una persona.