Lamentablemente muchos de los casos denunciados pueden ser reales y durante mucho tiempo se mantuvieron en las sombras. Los actos de acoso, abuso, hostigamiento e incluso violación sexual en contra de mujeres –y también hombres- han formado parte de la historia de la humanidad, y no por mantenerse ocultos significa que no ocurrieran.
En 2017, el movimiento #MeToo apareció en Estados Unidos, a raíz de las denuncias contra el productor de cine, Harvey Weinstein, y desde la semana pasada en México resurgió esa dinámica de denunciar públicamente a quienes, en el campo profesional, han abusado sexualmente de otras mujeres e incluso hombres.
Escritores, músicos, docentes y hasta periodistas –en su mayoría hombres- han sido señalados por expresiones o actos que se consideran como acoso, abuso, hostigamiento e incluso violación sexual.
Hace unos días, el músico Armando Vega Gil –fundador del grupo “Botellita de Jerez”- se quitó la vida luego de que fue señalado, en la cuenta @metoomusicamx, de acosar a una menor de edad, lo que ha puesto en la discusión el tema del “linchamiento público” que puede derivar en trágicas consecuencias.
La expresión en redes sociales representa el grito de un sector de la población –mayormente mujeres- que han vivido y sobrevivido en una cultura particularmente machista, donde los procedimientos y las formas de conducirse han llevado a permitir, solapar y ocultar actos que van en contra de la dignidad de una persona, enfatizan la desigualdad y muestran prácticas laborales que podrían aproximarse a la perversión.
Estamos en un escenario en el que polarización es la dinámica natural en las redes sociales. “Buenos” contra “malos”, “Chairos” contra “Fifís” pelean todos los días en un entorno en el que no hay reglas ni rostros. Es como estar en una habitación con los ojos vendados y recibir golpes por todos lados. La defensa es prácticamente imposible.
“MeToo se ha mostrado que muchas personas callaban ante el abuso de alguien y lo peor: a pesar de la denuncia no pasa nada. Quienes abusan, acosan, hostigan o incluso violan, sexualmente, quedan impunes. Incluso en la familia, tristemente.
Por ello es valiente que se haya alzado la voz. Es un avance que nos ofrecen las tecnologías de información y comunicación. Al ser productores de contenidos en las redes sociales, podemos expresar cualquier cosa… el riesgo es que también pueden ser mentiras o venganzas.
Será fundamental que las empresas, instituciones y gobiernos, tomen cartas en el asunto para investigar qué ha ocurrido con esos casos que ahora se han hecho visibles; aunque parece que las instancias creadas para prevenir, investigar y sancionar esos actos, no han operado eficazmente ni han ganado la confianza de la sociedad; de lo contrario, no serían necesarias esas expresiones.
Una acción institucional permitiría: garantizar que ese tipo de prácticas sean sancionadas y al hacerlas visibles, nos llevará progresivamente –como sociedad- a reducirlas (dudo francamente que desaparezcan), y por otra parte, también garantizaría –a quienes son señalados- que si son mentiras las acusaciones, su reputación quedará a salvo.
No nos podemos permitir las ejecuciones públicas sin que se acredite la culpabilidad con respecto a un hecho, y también habría que atender clínicamente a quienes tienen esas prácticas que atentan contra la dignidad de cualquier persona.
Habrá que recuperar la eficiencia institucional con mecanismos y canales seguros, precisos y eficaces para denunciar, investigar, sancionar y prevenir el acoso, hostigamiento o abuso sexual… de otra forma todos seremos culpables de lo que ocurra en el futuro.
PERCEPCIÓN
Generar información sin un eje claro, sin oportunidad y precisión, NO ES COMUNICAR.
Twitter: @RJoyaC
