Desde las arengas opositoras que durante más de dieciocho años encabezó, Andrés Manuel López Obrador decía conocer el país como nadie y tener claro, no sólo cuales eran nuestros problemas, sino las soluciones a los mismos.
Se mostraba muy echado pa’ delante. Aseguraba tener la fórmula para sanar a un país enfermo de corrupción; invadido por un ejército de narcotraficantes, de hordas de asesinos, de delincuentes de alto calibre, de secuestradores, que dañaban al país tanto como lo habían hecho las comaladas de ladrones que, desde el poder político, se beneficiaron de las finanzas nacionales.
Con su estilo muy particular de gobernar, en el que sobresale por fortuna la humildad, la sencillez y la austeridad de gasto, pero también de ingreso, que fue castigado de manera severa para mandos medios y superiores por el presidente, López Obrador ha venido caminando durante cinco meses por una ruta incierta.
Mientras él dice controlar la política y las finanzas nacionales desde Palacio Nacional, donde solo su voz y mensaje se escuchan, el crimen organizado está más que desatado y tiene a su gobierno en jaque permanente.
No intimidó en nada a los desalmados grupos delincuenciales la salida a las calles de la tan sonada Guardia Nacional; por el contrario, su modus operandi lo han dejado más que manifiesto en ciudades de todos los estados de la república mexicana.
El Presidente no puede, no debe, seguir ofreciendo paz y amor a todos. Menos a los criminales que en claro desafío y reto a su gobierno, pretenden apoderarse de todas las calles a punta de balazos, asesinatos y secuestros.
Hoy el gobierno federal está más que rebasado por las diversas mafias, que bien organizadas y en muchos casos desde el mismo poder político -donde obtienen protección-, tienen a los ciudadanos con el permanente Jesús en la boca.
El presidente López Obrador ofrece abrazos, no balazos, pero le responden las bandas de la delincuencia que ellos dan solo balazos. Ante ese difícil panorama y clara sanguinaria respuesta, ya no puede aplazar más las acciones contundentes para frenar la desatada inseguridad y muerte con la que todos los días amanecemos y nos topamos.
No es lo mismo ser crítico opositor de políticas equivocadas, a Presidente de la República y Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas. En sus manos hoy descansa el Poder Ejecutivo. De él depende nuestro fracaso o estabilidad, paz y crecimiento. El apoyo ciudadano aún lo tiene en los treinta millones de mexicanos que quisimos un cambio, hartos de la burla, el fracaso y el saqueo constante.
Pero si no actúa en consecuencia de su cargo y enorme responsabilidad para apaciguar a un país que se debate entre la miseria y el asesinato cotidiano, y si en su caso no le tiemblan las corvas para procesar a los grandes delincuentes que son de todos conocidos, como Enrique Peña Nieto, Gerardo Ruiz Esparza, Emilio Lozoya Austin, Luis Miranda Nava, Luis Videgaray Caso, y ex gobernadores como los prófugos Duarte y Marín o Yunes y Eruviel Ávila, entre muchos otros mafiosos de las esferas del poder, su credibilidad irá disminuyendo de forma gradual pero segura.
Alfonso Durazo Montaño, secretario de Seguridad Pública, sin experiencia en la materia, tiene bajo sus hombros la titánica tarea de combatir a la delincuencia en todas sus formas y manifestaciones, pero si no logra avanzar en ese flagelo, que es quizás la aduana más dura de cualquier servidor público, sus eternas aspiraciones de gobernar su natal Sonora, se irán por el bote de la basura, el desprestigio y el rechazo generalizado.
Tiene que sacar adelante el tema para dejar de sumar muertos y empezar a abatir o detener a los delincuentes, y lidiar de manera paralela, con los golpes que le propinan tanto la gobernadora Claudia Pavlovich Arellano, como los que le receta desde la Conade Ana Gabriela Guevara, que cree y siente que así como el futbolista Cuauhtémoc Blanco pudo llegar a la casa de gobierno de Morelos sin una pizca de conocimiento de la política, ella hará la hazaña y sucederá a la priista.
Así también Durazo Montaño tiene a una dura contrincante en la alcaldesa de Hermosillo, Célida López Cárdenas, que de hacer un buen papel al frente de la capital del estado, difícilmente le quitarán la candidatura.
Esperamos todos los ciudadanos resultados positivos en el combate al crimen y delincuencia organizada.
El presidente y Durazo tienen la palabra. Nosotros los escuchamos y evaluaremos.
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