“Se acaba el mundo”. No, no es una noticia fatalista de algún medio de comunicación; tampoco es la profecía de alguno de los adivinos que predice catástrofes, ni la fecha señalada en alguna terrible profecía histórica, es una triste realidad a la que nos enfrentamos y que vivirán en un futuro muy cercano las nuevas generaciones.
Los seres humanos somos el ente de destrucción más perfecto sobre la faz de la tierra. Desafortunadamente, con la idea de vivir más cómodos o de obtener mayores recursos económicos y más poder, nos olvidamos del daño que estamos haciendo a la naturaleza y fingimos que no pasa nada con el pretexto de que las consecuencias de nuestra irresponsabilidad están tan lejos que tal ves no las veamos.
Y no, estimados lectores, estas consecuencias ya las vivimos desde hace varios años: la degradación de nuestro planeta, gracias a la humanidad, es cada día más palpable y, si no lo creen, pregunten a los habitantes de los valles de México y Toluca que vimos y sentimos en días pasados por la contaminación atmosférica.
Pero seguimos pensando de manera irresponsable que las pequeñas acciones, que nos corresponden, son tan pequeñas que no abonan a nuestro bienestar y a salvar nuestro planeta; y no es cierto, por muy pequeña que sea la acción, ya en conjunto, se convierten en grandes logros en pro de nuestro planeta.
Si no creemos en la catástrofe que ya vivimos, sólo volteemos a ver todas las especies de animales que están en peligro de extinción y, sobre todo, aquellas que ya no veremos jamás; veamos también el derretimiento de las capas de hielo en nuestro mundo y cómo se van acabando estas grandes masas polares; hablemos de la deforestación por cambio de uso de suelo; de lo triste que es ver cada vez menos bosques y mayor infraestructura para la comodidad de los seres humanos; qué triste es ver nuestros océanos llenos de basura, de plásticos que matan la fauna marina y acaba con la biodiversidad; qué atemorizante es ver las ciudades cubiertas de una neblina tóxica que muy pronto nos hará caminar por las calles con equipos de respiración autónoma para poder subsistir…
Podría seguir y seguir mencionando consecuencias de nuestro descuido e insensatez al realizar acciones que nos llevan a una catástrofe; pero es muy sencillo, estimados lectores, esas pequeñas acciones que podemos realizar son tan valiosas como las que pretenden naciones enteras. Afinemos nuestros vehículos y verifiquémoslos, sembremos árboles, reciclemos, reutilicemos y rehusemos, pero, sobre todo, respetemos nuestros bosques y su biodiversidad.
En fin, hay gran cantidad de acciones que nos pueden convertir en ciudadanos responsables ante nuestro medio ambiente. Tal vez sea inútil repetir todos estos consejos y señalamientos mientras verdaderamente no entendamos el daño que estamos causando y en realidad estemos seguros de que… “Se acaba el mundo.”
Por cierto: La campaña que se realizó el domingo de limpiar espacios públicos, debería ser permanente y no de un solo día, es nuestra responsabilidad.