Llenos de emoción, con bombo y platillo celebraban los integrantes del nuevo poderoso partido Morena, con sus aliados y los millones de mexicanos que por ellos votaron aquél primero de julio pasado, en el que la algarabía se desbordaba por doquier. Vimos a un presidente, ahora sí electo, desplegar una serie de acusaciones y señalamientos, ignorando cualquier mínima condición diplomática, en contra de los anteriores gobiernos, y ahí, ni siquiera en primera fila, sino aún en el mismo presídium, el presidente saliente Enrique Peña Nieto aguantando candela para todo lo que el flamante nuevo gobernante despotricaba.
Era el principio de una nueva era en la vida política de México, el triunfo del izquierdista Andrés Manuel López Obrador, quien había buscado con vehemencia tirando a la terquedad el cargo, finalmente era suyo, dejando ver en su discurso que las cosas iban a tener un cambio radical en todos los sentidos, dando paso a una nueva y más grande transformación de nuestro país, a la altura de la independencia, de las reformas, y de la revolución, ni más, ni menos, pero, con la promesa de que ésta sería de la mayor envergadura para dar paso a un mundo completamente nuevo para los mexicanos, con justicia social, rescatando a los millones de pobres olvidados por siempre, con armonía y sobre todo, con una seguridad real que tanto se había reclamado en los últimos años.
Esa seguridad la garantizaba López Obrador con su sólo ejemplo, pues repetía, una y otra vez que la raíz de todos los males que aquejaban a los mexicanos, tenían su origen en la corrupción, y que él, y nadie más, iba a terminar con ella. Con su ejemplo sería suficiente, para que, como por arte de magia, desaparecería y en consecuencia, casi de la mano, dejaría de existir la inseguridad, ya que, sostenía, había sido un grave error darle un golpe al avispero que trajo como consecuencia una lucha que enlutó al país.
Solo que existe una necia, terca realidad que a más valentones que al que ha prometido tanto, poniendo la vara demasiado alta, ha puesto en su lugar, ¿por qué? Simplemente porque la realidad no tiene palabra, porque se empecina en mostrar su crudeza tal y como es, sin disfraz, condición que no tardó en mostrarse, pues al paso de los primeros 100 días de gobierno, tiempo en el que normalmente se califica el inicio de cada administración en base a las primeras decisiones, mostró otra cara. Una que no es la que esperaban más de 30 millones de ciudadanos que se volcaron a las urnas aquel día para darle su apoyo a quien juraba ser el cambio verdadero.
Con las primeras decisiones de la nueva administración se concretó la cancelación de la construcción de un Aeropuerto que daría un impulso importante a la economía, al turismo y al comercio, entre otros muchos beneficios, perdiendo la oportunidad de colocar a México entre los destinos con mejores condiciones para la inversión, con ella, se perdió también la esperanza de que aún tomando un rumbo con ideas antiguas, sería respetuoso con los compromisos, como desde hace mucho se le reconocía al país.
Era sólo el principio para una serie de errores que parecen interminables, un lamentable inicio que dibujaba de facto que la supuesta persecución en contra de la corrupción sería el pretexto perfecto para derribar todo lo que el nuevo mandatario presumía que olía a esa “enfermedad” (como la ha llamado), sin interesarse siquiera en demostrarlo, para él, es lo de menos, porque ha acusado, señalado y sentenciado pero únicamente en el terreno de lo mediático, ya que consecuencias legales en contra de los grandes peces, han brillado por su ausencia.
Desde el inicio del nuevo sexenio empezaron a circular las noticias de que empleados con muchos años de trabajo en el gobierno federal fueron arrojados a la calle sin consideración alguna, muchos de ellos acusaron que no recibieron la liquidación que conforme a la ley les corresponde, además de que suponen que la selección fue tomada al azar, en aras de una austeridad tomada como pretexto muy convenientemente.
Pemex, de acuerdo a López Obrador, representa el rescate de la soberanía nacional, pero siendo la empresa paraestatal una de las mas endeudadas del mundo, el rescate de ésta, con su millonaria deuda que supera los cien mil millones de dólares, es una apuesta demasiado pesada para la nación. Aún a pesar de ello, se anunció que estará a cargo, con la secretaria de Energía Norma Rocío Nahle García al frente, de la construcción de la refinería de Dos Bocas, para producir 400 mil barriles diarios procesando crudo pesado. Complicado poder dar el beneficio de la duda que dicha construcción de la mega obra quede terminada en tres años, a un costo no mayor de ocho mil millones de dólares, como lo desea el tabasqueño.
Bien, pues el recorte de salarios, de personal, de apoyos, de programas, entre muchos otros ahorros del gobierno federal, suponen una cantidad muy importante de recursos, que el propio presidente podrá usar a discreción, así como el subejercicio de las dependencias que le pondrán en charola de plata, todo, con la finalidad de alimentar sus programas sociales y garantizar su permanencia en el gobierno, porque aunque López Obrador cumpla con su palabra de retirarse una vez que termine su sexenio, nada garantiza que no pretenda controlarlo todo desde fuera, como se presume lo hizo en su momento su principal adversario Carlos Salinas de Gortari, a quien tanto quiere parecerse.
Ahora, con el resultado de los trabajos para llevar a cabo los cambios constitucionales a los que se comprometió el mandatario, respecto de la “mal llamada reforma educativa” como la nombra, se han venido dando consistentemente una serie de protestas, marchas y plantones por parte de los integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), ese grupo impresentable de maestros disidentes que están acostumbrados a imponer su voluntad por la fuerza, que de algo les ha de haber servido, porque han sido atendidos ni más ni menos por el propio presidente de México. Con esta acción se deja un desafortunado precedente para el gobierno del morenista, porque es de comprenderse que ahora el grupo se sentirá envalentonado y con la mano en la cintura harán a un lado al secretario de Educación, Esteban Moctezuma quien sale debilitado con todo esto.
Otra consecuencia es que el titular del ejecutivo también tendrá que atender a los del SNTE y cualquier otro grupo representativo para que sea equitativo, así que, además de ser quien proporciona la información de todas las dependencias, encabezará estas reuniones, y los responsables de las dependencias continuarán siendo inexistentes.
La mal llamada cuarta transformación quedará solo en un intento más por hacer las cosas diferentes, estaremos viendo un sexenio más de un gobernante que tanto quiso ser diferente que terminará por parecerse a todos los demás, aunque ahora, con tanto recorte en áreas sensibles, el gobierno pierde poder de respuesta y se abarata, no tendrá ya capacidad para responder adecuadamente al trabajo cotidiano y en especial, a las emergencias. Y con su postura renuente a la conciliación, debilita a la democracia, al pretender aniquilar a la oposición y a sus enemigos, vía sus seguidores de las benditas redes sociales, al tiempo de desmantelar a las instituciones.