Nadie, en su sano juicio, podría nunca negar que existe un fuerte vínculo entre el arte y la escritura pero ¿cómo es que se da dicho vínculo? Sin lugar a dudas mucho nos dicen al respecto filósofos, historiadores del arte, poetas y locos, porque siempre hay de todos un poco.
La pregunta la hago desde mí, sin pretensiones teóricas ni filosóficas, mi preocupación es más personal. Me pregunto cómo yo experimento ese vínculo, cómo lo vivo y cómo me modifica. Ésta es, sin duda, una labor ardua pues incluso los mejores individuos se equivocan en sus palabras cuando tratan de expresar lo inexpresable.
En esta reflexión no me refiero tanto a la escritura sobre el arte, y tampoco al arte de la escritura. Me refiero más bien a la forma en que ambas expresiones constituyen un vínculo. La respuesta, para mí, está en la posibilidades de crear mundos. Sí, así de fácil y así de complejo. El punto de conexión entre la lecto-escritura y las diversas manifestaciones artísticas es la posibilidad de crear mundos. Fugarnos, perdernos, encontrarnos, construirnos. La escritura es una forma de arte y el arte es una forma de escritura.
Son muchos los artistas que, en sus propuestas, nos permiten atisbar la forma en que construyen mundos y crean escrituras. Son varias las pruebas que corroboran esta mutación arte-escritura, desde las obras de arte monumentales, hasta las de formatos pequeños y pequeñísimos; propuestas escénicas y dancísticas, piezas musicales y sus diversas ejecuciones, largas novelas en varios tomos, hasta pequeños haikus que caben en un suspiro.
Toda manifestación artística transmite ciertos ideales sociales y políticos –aún sin buscarlo expresamente– y busca, a su vez, no tanto mejorar la condición humana como mejorar la sociedad humana. Mejorar no tanto lo que la humanidad es, sino la forma en que la sociedad se observa a sí misma.
Cuando los espectadores presenciamos el arte no lo hacemos con ninguna pretensión academicista (al menos yo no lo hago), es más bien un acercamiento que responde a las tensiones entre lo que me dicen sus propuestas y las sensaciones que yo experimento, en ese límite donde podemos convivir; pues el arte no es decoración, es sensación.
Yo, como un simple espectador, creo mis propias escrituras a propósito de algunas piezas con las que me encuentro. Siempre llevo una pequeña libreta en la que anoto algunas cosas que las piezas me detonan. No soy artista, yo sólo trato de dialogar con ellos a través de mi escritura, sencilla, directa y personal (generalmente una escrita que sólo es para mí), sin mayor pretensión que apropiarme un poquito de lo que me hacen experimentar.
Y tú, ¿tú cómo escribes el arte?
