Durante el primer trimestre, la economía nacional se contrajo -0.2 por ciento, según el INEGI y el Banco de México. Peor: el Banco de México dio a conocer que en ese lapso también el flujo de la Inversión Extranjera Directa (IED) disminuyó 20 por ciento, al pasar de 12 mil 644 millones de dólares en el 2108 a 10 mil 162 millones de dólares en el 2019.
En apego al “guión” de las “mañaneras”, debe darse por descontado que el gobierno federal o, para ser más precisos, la presidencia de la República, cuenta con otros datos y “todo marcha de perlas”, como ejemplificó el salto sin red protectora de la Secretaría de Economía respecto de la IED al utilizar “datos preliminares” del año pasado -9 mil 502 millones de dólares- contra los 10 mil 162 de este año, esto es, que no hizo la comparación con los datos definitivos, por eso se habló engañosamente de un aumento de 6.9 por ciento en ese indicador.
El discurso oficial busca al menos atenuar una narrativa apocalíptica, actualmente la favorita de aquellos que apenas unos meses atrás, antes del cambio de gobierno, anunciaban la llegada, ahora sí, del paraíso prometido merced al cumplimiento del ciclo reformista que logró la “joya de la corona” al desmonopolizar la industria petrolera para abrirla a los “inversionistas” locales y foráneos.
Empero, el asunto es que en materia económica al gobierno de la “Cuarta Transformación” si no le llueve, le llovizna en el arranque, y ni con la expansión del PIB de Estados Unidos, estimada en 3.2 por ciento, la economía azteca se vio beneficiada en su crecimiento.
Para los voceros neoliberales, el origen de estos signos recesivos está en la “incertidumbre política interna”, en el clima de “incertidumbre y desconfianza” por parte de “inversionistas” ante las políticas del nuevo gobierno, ambiente generado, entre otras cosas, según dicen, por la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en el ex Lago de Texcoco, las pretendidas reformas para evitar la usura y abuso de la banca extranjera; el combate al huachicol que provocó desabasto de combustible, las huelgas en plazas maquinadoras del norte del país; bloqueos a rutas férreas en Michoacán, la suspensión de obras en la Ciudad de México y bla, bla, bla, bla, bla y !ah!, la inseguridad.
Y para frenar la caída al infierno y retomar el camino al paraíso proponen reactivar el NAIM en Texcoco y cancelar Santa Lucía, continuar con las rondas para que los “inversionistas” participen en los proyectos rentables de Petróleos Mexicanos (Pemex), hasta el momento suspendidas, además de desistir de la construcción de la refinería en Dos Bocas para que el negocio se siga haciendo en las refinerías extranjeras, además de mantener en la “congeladora” iniciativas encaminadas a frenar la usura bancaria.
Sin embargo, en el caso de la “desaceleración de la economía” hasta la neoliberal OCDE sabe que la demanda interna desempeña un papel crucial, esto es, que la gente no consume. Por ejemplo, ensambladoras de automóviles y desarrolladores de vivienda pueden continuar su alegre producción de vehículos y casas, pero ahí van a estar en mera exhibición, en espera de “afortunados clientes”.
¿Por qué no hay consumo? Bueno. A las ya de por sí miserables percepciones salariales hay que sumar un “elemento” que para el “análisis” del capitalismo salvaje resulta una pérdida de tiempo y por eso no hay que ocuparse de él, pero al que no se puede ignorar: la tasa de interés de referencia del Banco de México, que en diciembre del 2015 estaba en 3 por ciento pero que se elevó a 8.25 por ciento en ese mismo mes del 2018, es decir, en plena era del “Doctor Catarrito” (Agustín Carstens Carsten, hoy ejecutivo bancario internacional) y ahí permanece.
Frenado por ello el motor que sostiene a la economía, es decir, el mercado interno, hasta se reconoce que si no se ha desbielado es justo por la distribución de recursos del gobierno federal entre estudiantes, familias pobres, personas de la tercera edad, etc.
Se supone que el alza fue, primordialmente, para contener la inflación, pero el “gasolinazo” desnudó su ineficacia, al grado que los empresarios y los gerentes neoliberales metidos al gobierno tuvieron que aumentar 8 por ciento el salario para compensar el poder adquisitivo perdido por los efectos de la “liberación de los precios de los combustibles”, derivados de la “reforma energética” y su promesa de bajarlos.
"Las tasas de interés son un detalle cuando las ventas no van bien… Para la inversión no cuentan las tasas de interés sino las de beneficio”, reflexionó el extinto economista John Kenneth Galbraith en su breve pero explosivo libro “La economía del fraude inocente”.
En otras palabras, con tasas de interés elevadas como las que mantiene Banxico no se frena la inflación ni se evitan ataques especulativos a la moneda nacional, como se ha visto en capítulos recientes, pero se agudiza la reducción de la llamada “demanda agregada” (consumo de bienes y servicios) y se desincentiva la inversión productiva, además de que se sigue alimentando al adiposo rentismo especulador, atrayendo flujos de dólares a cambio de ofrecer mejores rendimientos, esto en menoscabo de la Inversión Extranjera Directa (IED).
Las tasas de interés son, pues, “todo un detalle”.