"Con un abrazo solidario para Emilio Trinidad Zaldívar por la partida de su hermano, Mario Alberto, acompañado de otro igualmente fuerte para don Ángel Trinidad Ferreira."
El saldo de las políticas públicas diseñadas para supuestamente combatir la pobreza es una estocada más para los fundamentos del libre mercado sin controles que ha prevalecido hasta el momento.
Hasta organizaciones tan neoliberales como el Fondo Monetario Internacional y la Organización para la Cooperación y del Desarrollo Económico (OCDE) difunden datos de lo que se puede observar en la calle y en los hogares y que es recogido en todos los indicadores: en nuestros país, el 20 por ciento más rico de los hogares gana 10 veces más que el 20 por ciento más pobre.
“La desigualdad en México duplica la proporción en otros países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El problema no ha disminuido significativamente desde 2004, a diferencia de lo que sucedió en varios países latinoamericanos”, de acuerdo con un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI).
“Hasta ahora, entre las medidas que sí parecen dar resultados destaca que la mitad de la reducción total de la pobreza y una baja de 16 por ciento en la brecha de desigualdad en México son efecto de transferencias monetarias directas del gobierno y todavía “hay margen” para mejorar la focalización de los programas sociales existentes”, refiere el organismo.
Y apunta a una de las causas de la desigualdad: la disparidad en los ingresos laborales, de ahí que sugiera que se requiere de “una focalización adecuada” como factor “fundamental para maximizar el impacto de las transferencias sociales para reducirla”.
En suma, “México sobresale en el comparativo sobre desigualdad. Se ubica al doble que el promedio de países de la OCDE y en América Latina sólo le rebasa Brasil”.
Con efímeros momentos de buenos resultados, el caso es que las políticas aplicadas para combatir la desigualdad y la pobreza parecieran haber sido ejecutadas para conseguir los efectos contrarios.
El gobierno de la “Cuarta Transformación” dio a conocer recientemente un decálogo de la política industrial que buscará aplicar en los próximos años. Hay dos puntos enfocados a atender el mencionado fenómeno: la promoción de “una mayor competencia económica para resolver rezagos en materia de pobreza extrema y alentar y fortalecer el mercado interno” y también “incentivar los proyectos industriales en las regiones más rezagadas”.
Pero surgen dudas: ¿cómo se va a desmonopolizar la economía productiva del país cuando esta se halla concentrada en 30 familias y protegida por todo un edificio institucional y legal? ¿Se está horneando ya una reversa para eliminar la “flexibilidad laboral” y sus temibles outsourcings? ¿Cómo se hará para dar poder adquisitivo a la miseria que hoy recibe el nombre de salario sin la voluntad de quienes lo otorgan?
Además, ¿cómo incentivar proyectos industriales en las zonas más rezagadas si lo que buscan los inversionistas son toda las ventajas posibles (terrenos regalados, infraestructura, incluso condonaciones fiscales? ¿Vuelve aquí el gobierno en calidad de mal empresario y peor patrón con proyectos de muy cuestionada viabilidad como el NAIM en Santa Lucía o Texcoco, el Tren Maya, etc.?
Está muy bien que se quiera “aprovechar la apertura comercial para fortalecer los encadenamientos productivos que aumenten el contenido nacional”, que se impulse “la mejora regulatoria para reducir su costo en los tres niveles de gobierno”, y que se promueva la generación de “un entorno de negocios amigable que dé certidumbre y atraiga mayores flujos de inversión nacional y extranjera”.
Acertado también apostar por alentar “el crecimiento de las pymes con compras de gobierno como una palanca adicional del desarrollo industrial del país”, sector que ha desempeñado el papel de “patito feo y cadavérico”, y otras como “aumentar el financiamiento de la banca de desarrollo a proyectos industriales con mayor coordinación entre las secretaría de Economía y de Hacienda y otras dependencias del gobierno federal”.
Si se cumplen al menos los dos primeros puntos referidos del decálogo (la desmonopolización y recuperación del poder adquisitivo de las familias para fortalecer el mercado interno), se estará dando una real “transformación” y otro gallo estará cantando. Ojalá.