Cada año, el Diccionario Oxford define un término y lo declara como palabra del año; en el 2016 el término designado fue “post-truth”, término bien conocido y bastante utilizado en expresiones mediáticas; pero ¿qué es la posverdad? Definida como algo “relativo o referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales”; en pocas palabras, mi verdad a partir del acceso que tengo a fuentes de información, cualesquiera que éstas sean.
Esta situación sociopolítica se deriva de múltiples factores, principalmente ante el creciente flujo de información a través de las redes sociales, misma que muchas veces es una suerte de concatenación de supuestos, mitos, historias que si bien han emanado de alguna noticia fáctica y relevante, también se van nutriendo o deformando conforme al proceso de su propagación excesiva, es decir, mediante su viralización.
De acuerdo con Roger Bartra (antropólogo, sociólogo y académico mexicano), la posverdad se construye en un proceso de cinco etapas: en primer lugar, una persona o medio hace difusión de alguna nota coyuntural; segundo, ésta se viraliza en redes sociales; tercero, debido a su impacto, es retomada y propagada por los medios, quienes no quieren quedar fuera de la tendencia noticiosa; cuarto, la noticia es contradicha, sin embargo, esto no causa el mismo impacto que la nota inicial; finalmente, la corrección no se vuelve viral y la noticia queda en el imaginario colectivo, lo cual la transforma en una verdad a medias.
Es de esta forma que los datos objetivos dejan de ser la parte medular de la mayoría de las noticias del día a día, puesto que la información se va moldeando conforme a la emocionalidad, subjetividad e intereses de los retransmisores, quienes en gran proporción y como parte de la naturaleza social de las personas, buscan un constante sentido de pertenencia: la homologación de pensamiento, cultura, valores, similitudes y rasgos que generen la empatía que les permita formar parte de un grupo.
La siguiente pregunta es ¿cómo llega esta información de forma segmentada? Las redes sociales utilizan una herramienta de la mercadotecnia denominada “micro targeting” o “micro focalización”, la cual se orienta a congregar a personas con intereses comunes, mostrándoles, a través de algoritmos obtenidos de sus preferencias en búsquedas cotidianas, la información que se presume será de su agrado y, a su vez, ocultando aquella por la que han mostrado apatía, imposibilitando la emisión de un verdadero juicio de valor sustentado en el análisis comparativo de la información ofrecida en los distintos medios de comunicación. Este fenómeno algorítmico también es conocido como la bigdata.
Bajo este tenor, la posverdad es la pieza clave para reafirmar e imponer la ideología de grupos específicos, manipulando las reacciones de la opinión pública al hacer un llamado a emociones tales como el hartazgo, la rabia, el miedo, la descalificación, entre otras varias emociones; minimizando o magnificando los asuntos inscritos en la agenda pública, dando paso a que los individuos más allá de analizar cada pieza noticiosa, tiendan a buscar aquellas que mejor se adapten a sus propias creencias y deseos, nulificando así todo proceso analítico que permita discernir entre hechos comprobables y dando pauta a las famosas fake news.
Las medias verdades únicamente verán mellado su incremento siempre que procuremos que el pensamiento crítico y el análisis sean herramientas para la construcción de realidades perfectamente fundamentadas, mecanismos que nos permitan ser capaces de debatir desde la razón y no únicamente discutir desde la emoción, instrumentos que nos guíen a ser partícipes de un sano ejercicio de nuestra ciudadanía.
En todo régimen democrático debe primar la libre expresión, aunado a eso, se debe lograr que la sociedad esté debidamente informada y así pueda coadyuvar a la toma de decisiones que mejoren la realidad comunitaria, ejerciendo su derecho a la información.