Nos encontramos cerca de la recta final de las campañas electorales correspondientes a las elecciones más grandes de la historia. Cientos de candidatas y candidatos han recorrido colonias, comunidades, municipios y regiones llevando consigo un cúmulo de propuestas que buscan atender las múltiples problemáticas que enfrenta la ciudadanía; desde la tan urgente reactivación económica hasta la muy sensible procuración de la salud. Sin embargo, pocas soluciones factibles se ofrecen en temas medioambientales, infortunadamente la preservación de los recursos naturales y el cuidado de nuestro entorno parecen quedar relegados.
En algunas de mis participaciones anteriores, por experiencia profesional y sobre todo por convicción profundamente personal, he escrito sobre la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ya que soy un fiel creyente de que el ejercicio de una ciudadanía participativa, que incluya involucrarse en el estudio, planeación, ejecución y evaluación de las políticas públicas destinadas a cumplir las metas de tan importante instrumento, contribuirá indudablemente a lograr la mejora de nuestras actuales condiciones de vida, sin comprometer los recursos de las generaciones futuras.
Así pues, desde el año 2015, los países adoptaron una agenda para el desarrollo sostenible y lograron un nuevo acuerdo mundial sobre cambio climático, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), esta agenda consiste en un plan de acción para las personas, el planeta, la prosperidad, la paz y el trabajo conjunto; misma que impulsa sociedades pacíficas, justas e inclusivas y exige la participación de todos los países, partes interesadas y demás individuos. Además, con esta agenda se propone acabar con la pobreza de aquí a 2030 y promover una prosperidad económica compartida, el desarrollo social y la protección ambiental para todos los países.
En este sentido, el informe “Hacer las paces con la naturaleza”, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), revela que el planeta se dirige a un aumento de la temperatura global de al menos 3°C en este siglo, que más de 1 millón de las aproximadamente 8 millones de especies de plantas y animales corren un riesgo de extinción sustancialmente elevado, y que las enfermedades causadas por la contaminación matan cada año a unas 9 millones de personas. Este informe muestra cómo estas tres emergencias ambientales se correlacionan y, por lo tanto, solo pueden atenderse de manera efectiva en conjunto.
Por lo que se refiere a la mayoría de las plataformas electorales, estas incluyen propuestas en temas medioambientales, mismas que se mantienen en el papel, como simples propósitos, sin especificar objetivos, estrategias y planes de acción realmente viables que permitan su materialización; es así que escuchamos y leemos que se atenderá la contaminación del aire, la falta de agua, que se aumentará el uso de transportes de bajas emisiones, que se controlará el crecimiento urbano, que se restaurarán las presas, que se construirán plantas para el tratamiento de aguas residuales, que se protegerán los bosques, y un largo etcétera.
A mi parecer, es precisa la elaboración y ejecución de elementos de política pública innovadores, consensuados con personas expertas en gestión ambiental, para lograr la transversalidad del ambiente en las plataformas electorales, los planes y los programas gubernamentales, desde lo local hasta lo nacional; no basta con normatividad y regulación, el llamado a la acción es impostergable para que, de una vez por todas, el medioambiente deje de ser el gran pendiente en la agenda política-electoral.