Enrique Vargas del Villar no quita el dedo del renglón y se aferra a la idea de ser gobernador del Estado de México, meta por la cual lleva operando varios años para amarrar negociaciones con actores políticos que se sumen a su proyecto, a cambio de la prometida tajada, en caso de consumarse su ascenso a la codiciada silla de Lerdo.
Su comparsa y actual líder estatal del panismo mexiquense, Jorge Inzunza Armas, ya había dejado entrever la posibilidad de buscar una alianza con el PRI, tanto paras las elecciones intermedias venideras, como para competir por la gubernatura.
En ese tenor estábamos, cuando en recientes días, el mismo Vargas ya presumió osado de haber logrado concretar los cimientos de lo que pudiera convertirse en una histórica alianza en el Estado de México para contender por la titularidad del Ejecutivo estatal, poniendo toda la maquinaria a vapor para evitar a toda costa que Morena resulte con ese beneficio.
Ha trascendido que, tanto la dirigencia nacional albiazul como los aparentes aspirantes naturales de ese partido, ya han expresado su espaldarazo al edil de Huixquilucan, pues es el mejor posicionado en la opinión pública, además de tener, hoy por hoy, el control de la dirigencia estatal.
Bajo ese mismo argumento, Enrique Vargas trata de convencer a los priistas de hueso colorado de apoyarlo, ante la premisa de que si no va él, el priismo se va a desgajar en su principal bastión.
Por otro lado, ante la nula movilidad legislativa del PAN y el PRI ante la bancada morenista en el Congreso estatal, los acuerdos ya dejan entrever la posibilidad de que ambas fuerzas constituyan una nueva mayoría opositora en las elecciones para renovar presidencias municipales y el congreso local. Y vaya que testigos sobran de las reuniones, ya no tan en lo oscurito, entre diferentes personajes claves de ambos partidos políticos.
En breve veremos si Vargas se impone y es el gallo prianista contra el cacique de Texcoco.
