En 1804, Napoleón Bonaparte mandó ejecutar a un duque borbónico que representaba un peligro real para su reinado (ya se consideraba emperador), lo que le provocó a Napoleón enemistades definitivas con la realeza europea y a la postre su derrota; ante este asesinato, se atribuye a su ministro de relaciones exteriores, Charles Maurice de Talleyrand, la frase de que ese asesinato “fue peor que un crimen: fue un error”.
Algo similar podemos decir de la muerte del general iraní Qassem Soleimani por un ataque de Estados Unidos en Bagdad, acción que aumentó drásticamente las tensiones entre Teherán y Washington.
Hay varias cosas a considerar en este asunto. Lo primero es que todas las agencias internacionales, e incluso gobiernos, lo han considerado como un asesinato, no como una muerte derivada de un conflicto bélico. En segundo lugar, Estados Unidos abatió al general bajo el argumento de que planeaba atentados contra ese país, sin presentar pruebas; algo similar a cuando Bush Jr. invadió Irak bajo la acusación de que ese país poseía armas químicas, las cuales nunca existieron (a pesar de lo anterior, el 22 de mayo de 2003 el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas votó 14 a 0 a favor de la aprobación de la resolución presentada por EEUU para dar el poder de gobernar Irak y de utilizar sus recursos petroleros para la reconstrucción del país a EE.UU. y el Reino Unido).
En tercer lugar, no fue un soldado estadounidense el que murió y sirvió de pretexto para la muerte del general, sino un contratista, es decir un empleado de una compañía privada que ofrecía servicios de asesoría y entrenamiento militar, lo que algunos consideran de facto como un mercenario. Finalmente, en el lugar donde murió el contratista estadounidense también siguen actuando células del ISIS (Estado Islámico de Irak y Siria, por su siglas en inglés); es decir, no hay plena certeza de que fueron las milicias chiítas, que organizaba el general, las que organizaron el ataque en el que murió el ciudadano estadounidense.
¿Cuáles serán las implicaciones económicas de este crimen?
En primer lugar, el precio del petróleo aumentó ante los temores de un cierre del suministro del energético como consecuencia de una venganza de Irán (debiendo recordar que los EEUU responsabilizaron a Irán de ataques a diversos barcos petroleros, otra vez sin pruebas; hechos que a su vez Irán ha negado).
En segundo lugar, al hablar tanto Irán como algunas milicias, de una represalia contra EEUU, lo han hecho en términos de que ahora son objetivos militares todos los intereses económicos y militares estadounidenses.
En tercer lugar, al aprestarse tanto Irán como Irak a una probable guerra contra EEUU, esto significa que dejarán de combatir a ISIS, el cual no ha sido completamente derrotado y que tiene alrededor de 3,000 prisioneros bajo vigilancia de Irak ¿se imaginan que pasaría si estos prisioneros vuelven a la actividad guerrera? No olvidemos que la facción musulmana que gobierna Irak es chiita, los cuales son alrededor del 65 por ciento de su población.
Finalmente, Inglaterra, Francia y Alemania se han alineado con los EEUU para hacer un frente común ante Irán; de hecho, los líderes de las tres potencias europeas acusan a Teherán de jugar un papel negativo para la estabilidad de la región, declaración que aumenta aún más la tensión.
Todo lo anterior nos hace ver un escenario que, si ya era muy complejo, ahora se ha vuelto impredecible.
Al momento de escribir esta nota, martes 7 de enero por la tarde, Irán ha bombardeado una base militar estadounidense en Irak, y los precios del petróleo, que ya se habían contenido después de una primer alza, volvieron a aumentar, pasando de 62.70 USD por barril el jueves, a 65.48 dólares, o sea un aumento del 4.4 por ciento. Los inversionistas, por su parte, han comenzado a refugiarse en el oro: de 1,354.8 euros la onza el día 2 de enero, pasó a 1,397.83 el martes 7.
¿Cuáles son los riesgos a futuro?
De continuar esta escalada guerrera, toda la economía internacional se pone en riesgo, pues un alza fuerte y continuada de precios del petróleo significaría mayores costos y por lo tanto mayores precios y menores ventas, por lo que existirían posibilidades para una caída de la actividad económica internacional; y, en el caso de algunos países que dependan mucho de las importaciones energéticas, incluso una recesión.
Por su parte, al declarar Irán como objetivos militares los intereses económicos de EEUU, y no precisarse estos objetivos, a mediano plazo las empresas y los destinos estadounidenses están en la mira; en otras palabras, los flujos internacionales de mercancías y de viajeros se verían amenazados. Sumado lo anterior a que los costos de los boletos de avión se incrementarían, con lo que los flujos turísticos también resentirían esta situación. México, afortunadamente, se puede considerar un destino seguro, tanto para el proceso de vuelos y como destino, pues nuestro país ha sabido mantenerse al margen de los conflictos en el Medio Oriente de manera razonada, con argumentos: recuérdese que México se opuso a la invasión de Irak por parte de EEUU, entre otras cosas porque los argumentos de EEUU no presentaban pruebas sólidas de la existencia de las supuestas armas químicas; y el tiempo nos dio la razón.
Si a lo anterior añadimos el alineamiento de Europa con EEUU, el abanico de riesgos-objetivos de amplía. Y no por parte de Irán: al quedar ISIS sin presión militar, su resurgimiento y el de sus “células durmientes”, como ellas les llaman, amenazan una vez más no solo a Siria e Irak, sino que ahora también a Europa.
Vemos entonces que los asesinatos como el del general Qassem Soleimani, no son parte de un choque de civilizaciones, sino que forman parte de un entramado de intereses económico-políticos disfrazados con argumentos de otro tipo.
Retomando nuestra argumentación inicial: el asesinato de Soleimani no solo fue eso, fue algo peor: fue un error.
* Doctor en Relaciones Económicas Internacionales por SciencesPo París. Profesor en el Departamento de Economía de la UAM Azcapotzalco