México en el mundo: ¿Es Crisis o Decadencia?

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México en el mundo: ¿Es Crisis o Decadencia?

Jueves, 23 Enero 2020 00:06 Escrito por 
México en el mundo: ¿Es Crisis o Decadencia? México en el mundo: ¿Es Crisis o Decadencia?

¨Enfrentamos una profunda descomposición, no sólo estamos hablando de una crisis, (sino de) una decadencia, una degradación progresiva”. Presidente Andrés Manuel López Obrador, enero 2020

Es posible que tengan razón quienes señalan que el binomio Grandeza-Decadencia es una noción cultural, mítica-poética, y no una categoría económica ni social. Esto es particularmente cierto de México, donde el nombre del país injustamente se homologa desde hace siglos a la ciudad capital.

Así nos haría pensar la publicación en 1604 del poema épico de Bernardo de Balbuena, La grandeza mexicana: ¨Todo en la famosa México es grandioso; desde las cosas más pequeña hasta las gentes que ahí viven¨.

México, cantaba el poeta, es "centro de perfección, del mundo el quicio; se encuentra ubicada fuera de la razón; pero a la vez está situada en un lugar privilegiado, similar en cierta forma al Paraíso. La famosa México es el espacio donde todo se da en abundancia: la naturaleza es rica en productos y las cosechas rinden por meses; los metales preciosos van en recuas, carros, carretas, carretones; abundan razas, formas de pensamiento, oficios, clases sociales, lenguas, propósitos, fines y deseos, y aún, a veces, leyes y opiniones. La abundancia no sólo se da en las cosas comunes; el exotismo es algo que prolifera en este lugar. A la ciudad llegan cosas de muchos países del mundo¨.

Habitante de la capital, simbólicamente mexicano de la República. Grandeza doble que procuran testimoniar, con el amor del panegirista Balbuena o del ensayo de Alfonso Reyes o las crónicas de Salvador Novo, hasta la novela histórica de Carlos Fuentes.

Alfonso Reyes con su Visión de Anáhuac (1519), ensayo poetizado escrito en 1915, ofrece una prosa poética o una pieza de historia lírica que encomia en retrospectiva el paisaje del valle de México y la ciudad indiana, que calificaba de la región más transparente del aire: “¡Viajero, detente, porque has llegado a la región más transparente del aire!”, refiere Alfonso Reyes en su “Visión de Anáhuac”.

Retomaba el tema en 1946 Salvador Novo, con su Nueva Grandeza Mexicana, ensayo en el que hay un elogio obsecuente y desinhibido de la entonces maquillada modernidad (¨el último de los optimistas urbanos”, señalaba el irónico pesimista cronista de la Ciudad de México, Carlos Monsiváis). La utopía urbana de Salvador Novo elogiaba a ese país de la clase media que no existía.

En 1955 Juan Rulfo desenmascaraba los resultados de la Revolución Mexicana (con su incomparable novela Pedro Páramo) y se estrenaba el escritor Carlos Fuentes con su famosa novela La región más transparente, título tomado de Reyes, que por la creciente contaminación se volvía ya irónico. Fuentes mezcla la historia de México, el primero y último intento novelesco de representar al país en su totalidad, hasta culminar con un entramado de múltiples personajes sin valores que confluyen en la moderna y decadente Ciudad de México.

Le siguió una plétora de escritores jóvenes, como el precoz José Agustín, que en su novela De Perfil publicada en 1966 rompe con la solemnidad de los adultos, pero sólo proyecta parcialmente la vida de los jóvenes clasemedieros de la Colonia Narvarte en el Distrito Federal.

Sin embargo, en su estupenda crónica de la Tragicomedia Mexicana en tres tomos, de 1940 a 1994, narra los grandes acontecimientos políticos que muestran la gradual descomposición del sistema político mexicano, los modos del "tapadismo" y del fraude electoral, el "superpresidencialismo tercermundista" y sus respuestas represoras y genocidas al 68, la guerra entre la iniciativa privada y el gobierno con Echeverría y después los años de la crisis económica, los "nuevos pobres", la globalización y las privatizaciones, la supuesta ¨renovación moral", etc.

Faltaría concentrar en otra crónica el periodo de degradación de 1995 a la actualidad, que se encuentra disperso y está más bien representado y bien en la prensa crecientemente digital y destacadamente en el periodismo de investigación, los reportajes y libros sobre crímenes destacados, la narcoliteratura, desde el Manifiesto del Crack que en 1996 lanzó un grupo de 5 jóvenes escritores hasta la publicación del Post Manifiesto del Crack, veinte años después, en 2016, encabezado por el dinámico, talentoso, versátil y valiente Jorge Volpi que ha denunciado recientemente las injusticias del sistema como en el caso Cassez en su Novela Criminal y la trata de personas en Las Elegidas y tantas otras obras en los últimos años que exhiben las conductas criminales e inmorales de personajes religiosos de todo signo (Maciel, ¨San Nazario¨ Moreno González, el narcotraficante jefe de los Caballeros Templarios, o el pastor mexicano Naason Joaquín, jefe de la Iglesia La Luz del Mundo, detenido en Estados Unidos señalado por cometer una serie de delitos sexuales graves) o laicos presuntamente criminales involucrados en el lavado de dinero, el narcotráfico, fraudes, asesinatos, femenicidios, desapariciones forzosas, etc.

¿En qué consiste el proceso de decaimiento en el mundo de hoy, concretamente, en México?

Como sea que se le llame, crisis o decadencia, lo que ocurre en nuestro país es un proceso de degeneración de las formaciones culturales, institucionales, morales, sin duda una serie de crisis recurrentes en economía, y a consecuencia una descomposición social y política, que agrava el proceso de corrupción si no general, sí de una parte importante de la sociedad mexicana.

Todo esto, en el contexto de un cambio de era en la cultura occidental, de la Modernidad a la Postmodernidad, en la que estamos insertos, y de un declive gradual de la hegemonía de Estados Unidos que provoca cambios drásticos en sus relaciones internacionales. Lo cual, por la vecindad, nos atañe directamente y nos obliga a la vez a una transformación radical, so riesgo de enfrentar cada vez mayores problemas.

Nunca como hoy ha sido mayor la vinculación de México con el exterior, especialmente su conocida dependencia de Estados Unidos. Esta empezó a aumentar desde que en los años setenta del siglo pasado se agotó la dinámica económica basada en la sustitución de importaciones y se recurrió al gasto e inversión públicos, a la exportación de petróleo, a la deuda externa y las maquiladoras para tratar de sostener el ritmo de crecimiento económico y enfrentar la gran demanda de empleo que propiciaba el fuerte aumento de la población en la postguerra. Surgió con ello el fenómeno de una fuerte inflación, que provocó el fin del tipo de cambio fijo frente al dólar con la devaluación del peso en 1976.

El auge petrolero de 1977 a 1980 incentivó la economía mexicana, incrementó fuertemente la deuda externa privada y pública, atizó la inflación y las importaciones, hasta que la caída en el precio del petróleo de exportación y la drástica subida en las tasas de interés en el exterior llevó a la gran crisis de 1982, en que México se declaró en bancarrota ante los banqueros mundiales y tuvo que estatizar a la quebrada Banca Privada.

Tras la catástrofe cambiaria y la recesión con hiperinflación que le siguió, y el nuevo desplome del precio internacional del petróleo, México entró en 1986 al Acuerdo General sobre Aranceles y Tarifas (GATT) y empezó a orientar su aparato productivo hacia el modelo exportador de manufacturas y no sólo del malhadado petróleo.

A principios de los noventa del siglo pasado se le abrieron las puertas al ¨neoliberalismo¨, con la propuesta del primer tratado comercial de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, y las medidas que empezaron a tomarse para adaptarse ante la firma del Tratado en 1992. Estás medidas empezaron a estabilizar la macroeconomía aunque causó una gran reestructuración de la economía real y financiera (reprivatización engañosa de la Banca que se vendió a los ¨compadres¨ de la élite política).

Entre otros impactos esto desembocó también en una conmoción política al final del sexenio de Salinas y principios del de Zedillo, con el brote guerrillero neozapatista y el asesinato del candidato presidencial Colosio y otra gran devaluación del peso en 1994 que provocó nueva quiebra de la Banca Privada y recesión económica. Los banqueros americanos se quedaron (¨rescataron¨) con la nueva Banca en México (no de mexicanos).

Con el Tratado en vigor y la enorme subvaluación del peso frente al dólar, el buen crecimiento de la economía de Estados Unidos con Clinton dinamizó las exportaciones mexicanas pero muy poco al resto de la economía . Y al empezar el siglo 21, a pesar de la alternancia política y una recuperación del precio internacional del petróleo, la economía mexicana en general no logró sino un crecimiento promedio de 2.3 por ciento (con Fox, que tuvo que enfrentar una baja en el crecimiento de Estados Unidos y a pesar de que aumentó fuertemente la deuda pública interna) y de 2.2 por ciento con Calderón (en parte culpa de la Gran Recesión de Estados Unidos en 2009, pero incrementó enormemente la deuda pública interna y externa) e igual con Peña Nieto (que no tuvo recesiones externas ni internas y sí un buen crecimiento de la economía de Estados Unidos, y a pesar de eso para que la economía mexicana creciera apenas 2 por ciento anual aumentó enormemente la deuda pública interna y externa, que tuvo que frenar debido a la amenaza de las calificadoras de valores de degradar los bonos mexicanos y exigirle subirles las tasas de interés por el aumento en el riesgo financiero del país).

Un agravante, al empezar el siglo 21 se intensificó la participación de China, principalmente con Estados Unidos, debilitando el comercio exterior mexicano. Como se ve, lo que pase en la economía internacional afecta positiva y negativamente cada vez más a la economía mexicana. Por eso será muy importante lo que suceda con el nuevo Tratado México-Estados Unidos-Canadá, pero sobre todo nos concierne lo que pase con la economía estadounidense y las reacciones de su gobierno internamente y hacia el exterior.

En las actuales condiciones, es preocupante que en el primer año del sexenio actual se haya estancado la economía mexicana, después de haber registrado un crecimiento de 2 por ciento en los últimos tres años del sexenio anterior (que ya de por sí era muestra del debilitamiento de la economía que acompañó al neoliberalismo).

En comparación, el último año de Calderón la economía mexicana creció 3.9 por ciento (y 3.1 por ciento en Estados Unidos) y el sexenio de Peña empezó 2013 con un crecimiento menor, de 1.4 por ciento (1.7 por ciento en Estados Unidos). En 2019 Estados Unidos empezó creciendo 3 por ciento pero terminó con un estimado de alrededor de 2 por ciento.

Por ser año electoral en Estados Unidos la incertidumbre respecto a la política, agravada por el caso del juicio político al Presidente Trump (impeachment trial) su efecto en la economía torna peligroso el escenario para el mundo y para México en particular.

Además, hay una problemática interna acumulada y heredada (desigualdad, corrupción y sus manifestaciones concretas en Pemex, la ineficiencia de las instituciones policíacas (caso Genaro García Luna y cuates), eternos pendientes judiciales (¨jueces amigos¨) y demás: el aumento del crimen organizado, narcotráfico, tráfico de personas y órganos, violencia e inseguridad, migrantes y emigrantes, evasión (facturas falsas, etc) y elusión fiscal (incluyendo la falsa filantropía), pobreza y desempleo, contaminación ambiental, insalubridad (falta de medicinas en hospitales públicos, conflictos por el agua, epidemias, comida chatarra, obesidad, entre otros), problemas campesinos (conflictos por tierras, erosión y otros), descontentos laborales, las tribulaciones y quejas de la emergente clase media frustrada por las crisis y un largo etcétera.

A favor, al menos parcialmente, está que no hay una fuerte inflación interna (el problema es que internacionalmente hay un medio casi deflacionario, que amenaza con recesión) y el tipo de cambio peso-dólar está estable gracias al aumento en las reservas monetarias del país, pero a costa de altas tasas internas de interés que frenan el crecimiento interno de la inversión productiva (no la financiera) y el consumo popular.

México enfrenta así una situación que para evitar el actual retroceso requiere una gran transformación interna y con la próxima entrada en vigor del nuevo acuerdo comercial norteamericano está obligado a profundizar esos cambios para adaptarse a los nuevos retos externos y reducir los conflictos internos para evitar nuevas crisis y contener el deterioro nacional.

¿Será posible transformar el país para bien en general y en lo económico recuperar la participación que perdimos por China en el mercado norteamericano y no perder sino ganar competitividad ante el propio Estados Unidos en las partes beneficiadas por el nuevo Tratado? De eso depende el futuro.

Enero 2020

 

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Javier Ortiz de Montellano

Articulista invitado