¿Por qué parece imprescindible para los ciudadanos saber quien va a gobernar?
A través de los años, la clase política ha hecho creer a la población que su futuro depende de quién los gobierna, porque así les conviene. Por lo mismo, a partir de este entendido, se arman estrategias para conquistar el voto por medio del cual obtendrán el poder, que es lo que en realidad buscan.
Para lograr el objetivo, la clase política no escatima en los medios de los que se sirven para conseguir tal propósito, por eso, la estrategia está enfocada en prometer lo que saben le hace falta al colectivo, ya sea porque le han fallado los anteriores, o porque aún siguen esperando que alguno de ellos cumpla con todo lo que se les ofreció.
La consecuencia, es un pueblo enojado, molesto porque ve pasar administraciones, personajes, partidos, y la vida continúa igual, sobre todo, porque la esperanza se fija en la idea del crecimiento y desarrollo que nunca llega.
Lo que parecería ser lamentable, termina siendo patético, porque ese deseo legítimo de superación, se envuelve en un torbellino de ideas inacabadas, de proyectos abandonados o de esperanza truncada, con un serio descontento social como resultado del engaño.
Ese círculo vicioso es aprovechado una y otra vez por los prominentes candidatos que presumen contar con una fórmula mágica, y de nuevo, a prometer, a presumir ser diferente al anterior o a los anteriores, ¡qué más da! La idea es continuar explotando el anhelo social de estar mejor.
En tal sentido, surge la imagen del paternalismo, a partir del que se le ha hecho creer a la gente que necesita de un todo poderoso en la cima de la administración, capaz de resolverle la vida. Nada más confuso, nada más erróneo.
La verdad es que no es más importante un gobernante que la sociedad civil. El Estado mexicano está compuesto por su territorio, población y gobierno (al que se elige democráticamente), con sus leyes. Es la Constitución Política el documento que rige actualmente a nuestro país.
Con el tiempo, los diferentes gobiernos, ya sea de una manera o de otra, han impulsado la idea de que es el presidente el único capaz de mover los hilos de toda la administración del Estado, y que todo depende de su voluntad, nada más equivocado.
México es una República Federal, el Supremo Poder de la Federación se divide en los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, la división del poder debe dar certeza a un verdadero Estado de Derecho.
Con su estructura, el Estado esta obligado a obedecer el mandato de la Constitución y las Leyes que de ella emanan, y velar por los derechos de todos los ciudadanos, en ninguna parte de la Carta Magna, o de alguna ley, se hace diferencia alguna.
Ahora bien, no debería esperar la población que el gobierno le resuelva la vida. Partiendo de la premisa de los derechos y obligaciones que como ciudadanos se tienen, destacan entre ellos; la libertad de asociación, y expresión, la propiedad privada, el derecho a la vivienda y al trabajo, la obligación de respetar las leyes, así como de respetar las diferentes expresiones culturales, entre otros, y es precisamente la libre elección del trabajo en condiciones equitativas y satisfactorias en donde hay que poner atención.
Si el Estado no puede ordenar al pueblo a qué dedicarse para satisfacer sus necesidades, tampoco el ciudadano debe esperar que éste lo mantenga, más bien, el Estado debe ser facilitador para que el ciudadano encuentre su desarrollo, con las herramientas necesarias.
Si mientras el ciudadano siga pensando que el paternalismo gubernamental tiene que darle solución a todos sus problemas, no avanzaremos como sociedad, y estaremos eternamente destinados a soportar una y otra vez a quienes presumen contar con la magia de resolverlos.
Para que no suceda de esta manera, el pueblo debe aceptar su mayoría de edad, y abandonar de una vez y para siempre la idea de que “alguien” lo oriente, le dé de comer, o, le diga qué hacer y cuándo hacerlo, eso, es más bien, un retroceso de muchos años. Al reclamar independencia, se está en condiciones de exigir al Estado haga lo que sí es su obligación, garantizar seguridad, salud, educación, y progreso. Independientemente de quien esté a cargo de la administración pública.
Hoy, como con otros sexenios, existe en la titularidad del ejecutivo federal una persona que se siente todo poderoso, que ha hecho creer a muchos, que es la solución de todos los males que aquejan a los mexicanos, aunque sin rubor alguno, acusa a quienes le antecedieron como los responsables de los errores que ha cometido en su administración.
Inaceptable, cuando por 18 años buscó con afán la conquista de la más alta función de esta nación, bien debería conocer el estado en el que se encontraba, y los problemas que encararía.
Lo verdaderamente lamentable, es que las instituciones, la división del poder, las conquistas laborales, las reformas Constitucionales y la Democracia en sí, hoy más que nunca. se encuentran en peligro, lo peor, es que parece quedar todo en manos de un personaje rencoroso, terco, y poco visionario para un futuro que no entiende.