Vivimos una época donde tenemos tiempo de pensar, de pensar en nosotras, de tenernos sin prisas, de escucharnos, de saber lo que realmente queremos, de saber si estamos bien, si estamos plenas, si estamos en la dirección correcta, si nos sentimos satisfechas con lo logrado, tiempo de reorganizarnos.
A veces nuestros sueños y metas no van con las reglas no escritas de la sociedad, como el hecho de que a cierta edad se te va el tren para casarte, y nos apresuramos con cualquier sapo, pensando que se puede convertir en un príncipe, aunque en nuestro interior sabemos que no es el indicado, pero el temor a no casarte ya, y dejar de ser del club de las solteras te empuja al vacío, generando que a la menor provocación esa relación se quiebre y te deje un dolor y una frustración mayor.
Otra regla no escrita, es que el matrimonio es para toda la vida sobre todo, pero ¿también sobre tu vida?, ¿sobre tu felicidad?, ¿y la de tus hijos si los hay? Hoy hay matrimonios unidos por conveniencia, por evitar el qué dirán, por los hijos para que no crezcan en un matrimonio separado, pero viven la indiferencia de sus padres, viven los malos tratos, viven la farsa de un matrimonio, viven el que hay que aguantar una infidelidad como algo natural, y muchos aguantan hasta violencia, dejándoles una mala carga de información a las nuevas generaciones que repetirán los patrones, unos reforzados y recargados, algunos serán conscientes para entender su pasado y trabajar en un mejor futuro, pero esos serán, lamentablemente, los menos.
La infidelidad también está cobrando grandes facturas, pero en otra regla no escrita; las mujeres debemos aguantar. Dirán que esos tiempos ya pasaron, pero no, es una realidad; muchas mujeres por no ser señaladas se hacen de la vista gorda, o porque es natural que los hombres sean infieles pues está en su naturaleza; perdón, pero la fidelidad es cuestión de valores, no de género. La infidelidad solo rompe la confianza, trastoca la autoestima y te sumerge en un mundo de tristeza.
Todas merecemos vivir en paz, perdonar a quien nos ha lastimado, pues no es nuestra responsabilidad su actitud, pero sí es nuestra obligación movernos, levantarnos, aprender la lección, no quedarnos en ese bache, seguir y no cambiar negativamente nuestra actitud; no es para tanto, nada vale la pena como para amargar nuestra vida, agradece la lección, valora y disfruta los momentos de la vida y de lo que te haga feliz aumenta la dosis, la vida es tan efímera, que si esperamos tiempos mejores quizá no lleguen; construyamos buenos momentos, buenos recuerdos porque, al final, es lo único que nos llevaremos, así que ocúpate en construir y vivir buenos momentos.
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