En columnas anteriores hemos hablado de la importancia del control social como un medio para asegurar la convivencia ciudadana.
El Estado, con el apoyo de la normatividad jurídica, tiene la potestad de aplicar los medios necesarios para hacer que se cumpla la ley y las determinaciones en favor de la sociedad para proteger sus derechos sociales e individuales.
Desafortunadamente, con el paso del tiempo éstas determinaciones legales han perdido fuerza por una autoridad permisiva que observa solo los errores de los agentes gubernamentales pero, en gran medida, también por el abuso de autoridad.
Es el caso que hemos observado en los últimos días, una serie de protestas en nuestro país y a nivel internacional por la acción fuera de la normalidad, de policías, que han ido más haya del deber y han hecho uso de la fuerza de manera excesiva, conculcando así los derechos de la ciudadanía, causando lesiones graves y hasta la muerte a quienes no tenían por qué sufrir estos abusos.
Sin embargo, y sin menospreciar los derecho ciudadanos, también deberíamos hacer un análisis de las circunstancias y situaciones en las que muchos policías se encuentran en todo el mundo pues en muchas ocasiones responden con una agresividad que sin ser extraña para el ser humano, es excesiva.
No se trata de justificar a nadie pero el Estado mexicano no ha entendido hasta el momento lo que es el día a día, en la calle, de muchos policías que sin preparación y con sueldos risibles son lanzados a enfrentar no solamente a la delincuencia, sino a la furia de una serie de actores sociales que no se detienen para atacar a estos servidores públicos.
En la Ciudad de México, se habla de crear una policía, que en marchas y manifestaciones, sirva solamente como parapeto para proteger, sin accionar de ninguna manera, los bienes y la integridad de los demás, y yo me pregunto: ¿y la integridad del policía quién la protege?.
Me extraña de un policía de carrera como García Harfuch, quien tiene toda la experiencia, pero no de otros funcionarios que ven los toros desde la barrera. Me gustaría que estos funcionarios de primer nivel estuvieran unos minutos en las botas de un policía que se encuentra frente a un grupo de anarquistas, por más de una hora, recibiendo en su humanidad no solamente piedras, botellas y hasta fluidos corporales, sino insultos de todas clases, especialmente referentes a su progenitora, obligados a no reaccionar para, en un momento dado, recibir la orden de avanzar. ¿Cómo reaccionarían estos personajes?, ¿con flores y felicitaciones?, yo no lo creo estimados lectores, por eso es muy importante no sólo capacitar a los policías en materia de uso de fuerza, lo que estoy seguro que se hace, sino obligar a los funcionarios de alto nivel a hacer valer el Estado de Derecho en el momento justo y no permitir que policías insultados y vilipendiados sean los que apliquen la fuerza de disuasión.
Aclaro nuevamente, no desconozco que existe el abuso del poder en la aplicación de la fuerza pública y éste debe ser castigado sin tolerancia; sin embargo, la acción policial para la protección de los bienes y la integridad de la ciudadanía debe ser aplicada en el momento correcto y oportuno, para no permitir el uso de la fuerza más allá de la acción que se repele, como lo dice la teoría en las ciencias policiales.
Por cierto, siguen los lamentables decesos por el Covid-19 en los cuerpos policiales. Es importante que se apoye a todos los elementos con las medidas básicas de seguridad en esta emergencia sanitaria y que se tomen las previsiones ante cualquier síntoma para evitar los contagios masivos en las corporaciones.
