La confusión forma parte del estado emocional de los ciudadanos mexicanos, particularmente por todo lo que tiene que ver con la llegada a tierra azteca de la pandemia originada por el SARS-CoV-2.
Un virus que parecía manifestarse demasiado lejos de esta parte del mundo, que sin embargo, en los tiempos actuales ya no se puede ver así, las distancias ya no son razón como para pensar que Wuhan, China, es un lugar recóndito del planeta, y que los efectos del virus mortal podrían ser contenidos y no esparcirse por el resto del orbe.
No tardó mucho, el virus emprendió su viaje por el continente asiático, y más tarde al Europeo. Las noticias de su multiplicación empezaron a llamar la atención del resto de la humanidad, que sin embargo, y a pesar de mostrarse incontenible, aún había escepticismo a sus alcances.
No obstante, la elevada propagación de contagio y muerte que dejaba a su paso el Covid-19, preocupaba ya al resto de los habitantes del planeta. Para el continente americano el día de su llegada parecía remoto, incluso muchos se aventuraban a pensar que nunca llegaría.
Sin embargo, a pesar de conocer de sus alcances y de la declaración como pandemia el 11 de marzo por la Organización Mundial de la Salud (OMS), a través de su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, no se le dio la importancia que merecía.
Con su declaración, Ghebreyesus pedía a todas las naciones que tomaran las medidas preventivas necesarias para contener al virus, y se prepararan de la mejor forma, para su atención.
La principal recomendación era una, test, test, test, aplicar tantos como fueran posibles, hubo países que adoptaron medidas que pudieron haberse presumido como demasiado drásticas para los demás, pero sus resultados les dieron la razón, como las de Corea.
Mención especial merecen los países que mejor gestionaron la pandemia, entre ellos se distinguen los dirigidos por mujeres, como Tsai Ing-Wen de Taiwán, Jacinta Arden de Neva Zelanda o Angela Merkel de Alemania, los resultados están a la vista.
Del lado americano, pese a que el tiempo dio la oportunidad para evitar cometer los errores que cometieron países como Italia y España, en donde se tomó a la ligera la amenaza de la enfermedad, no se aprovechó ese margen de aprendizaje. La experiencia de los europeos era manifiesta, y alertaban del infierno que estaban padeciendo como consecuencia de esa indiferencia.
Resulta incomprensible que en América, con tanto tiempo de anticipación, a partir del brote en Wuhan y de lo observado en Asia y Europa, los líderes, en su gran mayoría, relajaron las medidas recomendadas por la OMS.
La llegada del Coronavirus era inminente y se ignoró el aprendizaje que ofrecía la experiencia vivida por los europeos, ahora, cuando el ascenso de la curva de contagios y muerte está en su nivel más alto, países como Estados Unidos, Brasil y México, lamentan su desinterés, y sobre todo, la irresponsabilidad de no haberse preparado adecuadamente.
Nos encontramos en el pico, aunque para Estados Unidos, de acuerdo a las estadísticas, parece ir en descenso de la pandemia, para los demás, aún no existe certeza que en efecto, nos encontremos en lo más alto de la curva ascendente y en el tan ansiado momento de empezar a aplanar esa curva.
En México, el encargado de la pandemia, el subsecretario Hugo López-Gatell, que parece estar más aferrado a complacer a su jefe que a escuchar las recomendaciones emitidas por la OMS, ha tomado decisiones que de acuerdo a lo que se ha vivido en otras partes, parecen no ser las adecuadas.
Puede ser precisamente que ahí esté la falla, las contradicciones del subsecretario con las recomendaciones que ha soltado el presidente Andrés Manuel López Obrador, al parecer no han sido las mejores, al mandatario se le observa gustoso de ir a contra corriente de la ciencia y del sentido común. Tanto el subsecretario como el presidente llevan semanas presumiendo que la curva ya se aplanó, aunque es el primero que “como dice una cosa, dice otra”, pero el segundo, deja en claro que lo suyo, lo suyo, son las palabras y su particular percepción; se encuentra alejado de la realidad, eso es muy grave cuando se lleva entre las piernas a todo el pueblo.
De hecho, las acciones que siguió el gobierno de México no fueron las recomendadas, la falta de filtros en el aeropuerto de la Ciudad de México, que se convirtió literalmente en la puerta de entrada con alfombra roja y toda la cosa para el Covid-19, denotaban gran desdén, hasta parecía que se le daba la bienvenida.
Y por otro lado, la escasa aplicación de pruebas en razón del mecanismo de vigilancia del modelo centinela, convenientemente aplicado por recomendación del subsecretario López-Gatell, terminó por confundir a la sociedad. Pero quedó de manifiesto que lo más importante y “esencial” era lo que el presidente quisiera hacer, salir de gira por ejemplo.
Independientemente de que la estrategia haya sido o no la correcta, algo queda claro, la confusión del pueblo no se ha disuelto, la gente ya no aguanta más encierro, y las declaraciones encontradas los obligaron a hacer caso de lo que se recomendaba en otras partes del planeta.
De haberse contenido y dado seguimiento a los contagiados aplicando los test recomendados, tal vez el tiempo de encierro hubiese sido menor. Mucha gente tiene más de tres meses guardándose en sus domicilios, cuando apenas nos encontramos en el pico de contagios. La desesperación empieza a hacer presa de los mexicanos, en especial, de aquellos que viven al día, porque se ven en la necesidad de arriesgarse a salir para llevar de comer a sus familias.
Nunca se preparó de la mejor manera el gobierno mexicano, y las consecuencias cobraran caro la factura, miles de contagios, miles de muertos, millones de desempleados, crisis humanitaria, crisis financiera, crisis social y política, como nunca antes se habrá visto.