Tan entretenidos con las funerarias estadísticas provocadas por la “peste de la década”, que por cierto no han tocado fondo, lo cotidiano adelanta su lúgubre regreso con su también fastidioso y democrático recuento de cadáveres, masacres, ejecuciones, atentados, feminicidios, escándalos de corrupción y riquezas mal-habidas, contratos leoninos en el sector energético, venalidad de jueces y secretarios para liberar a delincuentes mediante sobornos, así como la renuncia de funcionarios.
A eso hay que sumar los apocalípticos presagios en torno de la economía, como si ésta hubiera gozado de algún edén durante los últimos seis sexenios, con deseos difundidos en calidad de pronósticos, y las lacrimosas quejas de francotiradores porque les cambiaron el nombre y ahora son sólo sicarios.
En fin, el suplicio de Tántalo en la parte más profunda del inframundo, espacio reservado como castigo a los más malvados, resulta un paseo de campo frente al retorno de la anticipada “nueva normalidad” y su convulso paisaje nacional.
Aunque nunca se ha ido, la realidad está volviendo a ocupar los correspondientes espacios de difusión, lo que indica que para ser real, lo que se dice “realidad con rigor”, requiere de atención mediática, así se trate de propaganda o de “fake news”, más descaradas que simuladas.
Todo esto ha necesitado, desde luego, el concurso de perros terapeutas para hacer menos freudiano el diván de médicos y enfermeras que sobreviven a la pandemia, aliviando de paso el estrés provocado por los entrañables cuellos de botella viales, unidades de transporte con olor a “humano, demasiado humano” y los asaltos de rigor, concentraciones masivas sin sanas distancias y tianguis abarrotados para apoyar la reactivación de la economía, entre otros episodios que han trascendido lo meramente rutinario.
En esa forma y puestos los pies en los estribos de la carroza de la recuperación, si Emilio Lozoya, ex titular de Petróleos Mexicanos aceptó ser extraditado de España a nuestro país para “cooperar” en el apestoso caso de sobornos a la firma brasileña Odebrech, y si las “verdades históricas” no han sido otra cosa que “verdades efímeras” en el caso Ayotzinapa, está justificado el optimismo de los representantes y ejecutantes de la “4T”, que de esa manera dispondrán de municiones mediáticas para disparar a los adversarios en tiempos ya electorales.
Con ello, la convocatoria para un frente político contra el Presidente y su partido en los próximos comicios federales se proyecta entonces como la vieja táctica futbolera de “T en B” (Todos en Bola), sin nada más que ofrecer, salvo diseñar una estrategia de propaganda negativa buscando capitalizar los errores, ciertos o supuestos, de las figuras que detentan el poder público, lo que será un nuevo suplicio para los ya atormentados electores.
La urgencia de buenas noticias desplaza así a las acciones en los temas importantes, sobre todo cambios profundos en materia financiera para que Hacienda no tenga que salir a subastar millones de dólares contados por miles, una forma edulcorada y hasta embustera de endeudarse y alimentar el apetito del casino financiero, sin obtener efectos positivos en la paridad peso-dólar.
Por otro lado, se ha dicho que es prematuro hacer evaluaciones sobre las consecuencias económicas que generará la pandemia, y es verdad, pero en los bancos de Europa ya se afirma que la robotización de la industria aumentará hasta 70 por ciento, es decir, que habrá otro tipo de confinamientos forzados (excedente de mano de obra, según el eufemismo neoliberal para referirse a los desempleados), en espera del color verde de otros semáforos.
Así, el “gran descubrimiento” tras la emergencia sanitaria no será la vacuna, sino que muchos puestos de trabajo no son necesarios, y que esto permitirá a los sobrevivientes de la burocracia, tanto la privada como la gubernamental, exigir aumentos salariales y, lo mejor, negociar “horas-trasero” fuera de la oficina, todo sin necesidad de representación sindical y bajo el emergente argumento de que la actividad “home-office” no afectó la productividad.