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Lunes, 13 Julio 2020 00:08 Escrito por 
Washington Con singular alegría

Hubiera querido ver su cara: por más que le pudieran haber dicho quién era y cómo era, la situación de dos países y de treinta millones de mexicanos viviendo en el suyo, merecían todo el talento del mundo para saber escuchar y entender lo que un señor, presidente del país vecino, decía. Y para que fuera, se lo pidió –creo– de una forma bonita y con gran inteligencia, y lo decidió escuchar. El tenía para con sí, la necesidad de seguir luchando hasta el final para su contienda política, en lugar de que le ganara el rapero West o Biden. Y quería de nuevo volver a ser presidente de los Estados Unidos, como casi todos los presidentes que ha habido, excepto muy pocos.

Y sabía que esos treinta millones de mexicanos que están allí metidos, son personas que quieren al presidente de México y que por él, pueden votar.

Solo por él y no por los insultos que les han proferido. Así que se portó inmensamente bien. Fue un buen ser humano, que hasta dijo que eran amigos. Bueno, hasta lo apapachó lo más que pudo. Cuando con gran ingenuidad AMLO dijo: es que muchos creían que nos íbamos a pelear, se equivocaron… ¿verdad Trump?

A Marcelo Ebrard le salió casi todo perfecto. Hasta los tres “Vivas” para México, que le dieron ganas de gritar al final de su intervención a AMLO en la Casa Blanca. Esa que se abrió, para que los treinta millones de mexicanos: --los sin papeles, los con papeles y doble nacionalidad, y los que ya tienen tres generaciones de ser mexicanos, pero viven allí–, votaran por Trump. porque... por qué no, si enfrente tenía a los más importantes industriales y de paso, a uno de los hombres más ricos de la faz de la tierra: Carlos Slim.

La ida en un avión que no era ni mucho menos presidencial. Con un sillón junto vacío. Con alguna escala, pero con la valiosísima ayuda de la embajadora de México en EUA, la señora Bárcenas. Con cara de ganas y de saber que no sería ni remotamente maltratado. Y los discursos que le hicieron y los invitados de última hora que aceptaron todos, con todo y pandemia y que de sopetón fueron. Como Slim.

Porque con Trump nunca nadie sabe nada: ni cómo amanezca ese día, si con ganas de fregarse a quien se deje. Y ese es casi todo el mundo. A Angela Merkel la dejó con la mano extendida, digo, por si no se acuerdan.

Se ha venido recargando en el famoso muro de los lamentos, como se le ha dado la gana, ese que México no tiene ni tendrá con qué pagar. Muro que, para finales de este año, tendría cerca de 725 kilómetros construidos, según dijo apenas.

También consideró que, si no fuera por el muro, EUA estaría inundado por el virus. Solo pocos días después de la visita de AMLO de quien comentó:

“Estuve con un gran caballero, el presidente de México. Hace dos días tuvimos una larga charla sobre la frontera sur, donde tienen dificultades, pero están haciendo un trabajo fantástico”. Espero que esa media hora con él, no haya sido de regaños ni remotamente. No sabremos nunca.

Solo de pedirle que fuera bueno y que los 30 millones de mexicanos que viven allá, volvieran a votar por él en noviembre.

Sabemos muchas cosas que el señor ha venido diciendo de nuestro bello y dulce país y pueblo, y que de malvivientes no nos baja. ¿Qué le hizo cambiar y estar tan apapachador? ¡Los votos aún en este tiempo, mueven al mundo!

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Gilda Montaño

Con singular alegría