Este año el Partido Revolucionario Institucional cumplió 91 años. Lejanos, muy lejanos están aquellos gloriosos años de 1929 cuando fue formado como Partido Nacional Revolucionario, o aquel 1938 cuando cambió a Partido de la Revolución Mexicana y aún el de 1946 cuando surge con su nomenclatura actual. Curiosamente, tres personajes salidos de sus filas se han encargado de propinarle golpes mortales.
El primero fue Miguel de la Madrid Hurtado, un economista que nunca entendió las bondades de su partido y durante su gobierno se dedicó con paciencia a destruirlo. Su sucesor, Carlos Salinas de Gortari, obsesionado con perpetuarse en el poder, creó una estructura paralela y lo dejó exangüe. Pero el golpe más devastador se lo dio el mexiquense Enrique Peña Nieto con su frivolidad, con su ambición desmedida, con la falta de control sobre sus subordinados y con sus ansías de enriquecimiento.
Hoy el nonagenario PRI está enfermo, muy debilitado, casi desahuciado acusa padecimientos que no han sido atendidos durante años y que lo tienen al borde de la muerte. Sólo un milagro lo salvaría de terminar en 2021 con años de tradición. El cáncer de la corrupción provocó una metástasis en todo su organismo y le urge una operación quirúrgica a fondo de la que, al parecer, nadie se ha dado cuenta y a nadie le preocupa.
Con parientes enquistados en el poder desde 1942 cuando llega al poder Isidro Fabela Alfaro -y con él, Alfredo Del Mazo Vélez- a quien se considera fundador y creador del “Grupo Atlacomulco”, Enrique Peña Nieto nació en ese mítico muniipio en 1966 y ocupó cargos sin relevancia en el PRI y en la administración estatal hasta que Arturo Montiel Rojas respondió a la recomendación de su lejano pariente Gilberto Enrique Peña Del Mazo y lo incorpora a su equipo. En su campaña por la gubernatura ocupó la tesorería de la muy importante pero gris Comisión de Financiamiento y su desempeño fue muy discreto.
Ya en el gobierno, Montiel Rojas lo designó subsecretario de Gobierno y luego secretario de Administración donde conoció y se ligó a Luis Videgaray. Allí su suerte empezó a cambiar drásticamente. En 2003 fue electo diputado local por Atlacomulco, coordinador de los diputados del PRI y presidente de la Junta de Coordinación Política.
En 2005 fueron las elecciones para gobernador y Arturo Montiel ya había tomado la decisión de que el candidato a la gubernatura sería Peña Nieto, pero en el camino se le atravesó Isidro Pastor Medrano, entonces presidente del PRI, que a fuerza quería ser el abanderado priista. Para hacerlo a un lado sin rompimientos, Montiel Rojas ordenó que participaran en el proceso interno del PRI como distractores Gustavo Cárdenas Monroy, Jaime Vázquez Castillo, Fernando Alberto García Cuevas, Cuauhtémoc García Ortega, Enrique Jacob Rocha, Héctor Luna de la Vega y Carlos Hank Rhon, además de Peña y Pastor.
Ya como candidato, decisión que costó el rompimiento político de Isidro y Montiel, le tocó enfrentar a Rubén Mendoza Ayala, que le llevaba más de 15 puntos de ventaja y representaba al PAN, y a Yeidckol Polevnsky del PRD. Inusitadamente Mendoza Ayala cometió muchos errores en su campaña hasta que perdió toda la ventaja que llevaba. Los resultados fueron de 49% para el PRI, 25.6% para el PAN y 25.11% para el PRD. Mucho se dijo, sin que llegara a comprobarse, que el panista se había vendido.
Peña Nieto gobernó junto a sus amigos Luis Videgaray, Luis Miranda Nava, Ernesto Nemer, Carolina Monroy Del Mazo. Alfredo Del Mazo Maza recibió su primera oportunidad laboral importante al lado de su pariente lejano cuando le pidió que creara el Instituto Mexiquense del Emprendedor y luego lo hizo secretario de Turismo y de allí a la alcaldía de Huixquilucan.
El PRI le funcionó a Peña como agencia de colocaciones, pues en ese momento el partido se había revalorado ante la ciudadanía y si bien no era la aplanadora de antaño, sí tenía presencia electoral suficiente.
Pero como Presidente descuidó a su partido y permitió que sus amigos hicieran y deshicieran a su antojo, entregando las candidaturas a hijos, hijas, parientes, amigos de políticos y ocasionando mucho malestar entre las bases, que con mucha frustración vieron cómo las posiciones eran regaladas a verdaderos desconocidos que jamás habían pisado siquiera las oficinas del partido al que ahora tenía al frente a un cuate y no a un verdadero político: Enrique Ochoa Reza.
Pero el golpe fatal al tricolor se lo acaba de propinar Emilio Lozoya Austin, ex director de Pemex, con sus declaraciones donde involucra al propio Enrique Peña y a Luis Videgaray como responsables de una serie de actos de corrupción y excesos que habrían ocurrido durante la campaña y ya en el gobierno. Actos de los que Videgaray se deslindó, pero el daño ya está hecho.
El PRI en este momento está desdibujado, no acierta a comportarse como oposición, porque nunca lo ha hecho, pero, además, sus principales cuadros enfrentan el temor de que se les investigue y salgan a flote malos manejos, cuando no verdaderos actos de corrupción.
El tricolor tiene frente a sí un panorama muy complicado con miras a las elecciones 2021, ¿podrá levantarse de los golpes que le han inflingido desde sus propias entrañas?, ¿sus militantes tendrán humor para dar la cara?