Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores, se ha convertido desde hace tiempo en el hombre multifuncional del gobierno lopezobradorista; por eso mismo, es visto por muchos, en especial por quienes suspiran por ser considerados como posibles sucesores del presidente Andrés López Obrador, con recelo. Ahora, es el encargado de conseguir sí o sí la vacuna en contra del Covid-19, cuando ésta esté lista, sin importar cuál sea el país que logre tenerla primero.
Es tanta la urgencia del gobierno federal por conseguir la ansiada vacuna que hasta ha ofrecido su apoyo. Es de comprenderse que, en efecto, el país está sumido en una condición bastante desfavorable en la lucha por contener los contagios y muerte que provoca el coronavirus.
Sin embargo, la ayuda que proponen las autoridades es para que se realicen pruebas en la búsqueda de la cura, con el aporte de material humano para conocer los avances en ese sentido. Lo mejor sería que éste tomara en cuenta a la comunidad científica que desafortunadamente en la actualidad se encuentra muy limitada, como bochornoso resultado de la austeridad republicana.
En consecuencia, con lo que destina el gobierno federal a la investigación, los científicos hacen lo que pueden, es una pena porque podrían realizar un gran papel y seguramente no faltarían sus aportaciones, porque a pesar de las limitaciones, sí las han ofrecido.
El canciller anunció recientemente que la vacuna estaría lista para el primer trimestre de 2021, muy conveniente para la administración del gobierno de López Obrador y su partido Morena, porque estarían a tiempo para presumir como un éxito, que México sea considerado de entre los primeros en la lista de los beneficiados.
Sin duda presumirán que gracias a las gestiones y habilidades del encargado del trámite se pudo conseguir el tan importante medicamento para el beneficio de todos los mexicanos, lo que ya viene siendo muy común, que presenten como propios los logros de otros ya que se encuentran muy necesitados de resultados. Presumir las remesas por ejemplo, debe dejarlo muy claro.
De la misma forma y aunque parezca absurdo, el presidente ya lo hizo, presumió como decisión propia que el precio de la gasolina haya bajado, cuando fue provocado por la caída internacional del precio del petróleo y sus derivados. Con gran cinismo salió a decir que tomaron la determinación de bajarlo para ayudar a la gente.
Ahora bien, desde la llegada de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 a México, el gobierno de López se ha empeñado en minimizar su impacto, primero en la salud, y después en lo económico. Todos los días desde el púlpito presidencial se cuenta una historia diferente, la que habita sólo en la cabeza del titular del ejecutivo federal. Vamos bien, ya vamos saliendo, no nos afectó como a otros países, la recuperación económica será en V, entre muchas otras frases utilizadas que adormecen a los reporteros reunidos en las mañaneras.
Nada más alejado de la realidad. Lo que si es evidente, es que tras el desastre de lo que se ha dado por llamar estrategia, que no puede llamarse así al hecho de sólo contar muertos, enfermos y camas desocupadas, para aventurar un éxito a todas luces inexistente, nunca acusó buenos resultados.
El mundo entero lo ha señalado, México se encuentra entre un selecto y deshonroso grupo de países que han dado la nota internacional de lo que no se debe hacer, casualmente, todos los involucrados tienen como representantes a líderes populistas, más preocupados por su imagen que por la salud de sus connacionales.
Para el nuestro, fue evidente la falta de interés que se le daría a la pandemia, desde antes de su llegada a este lado del mundo, el encargado de atenderla, el subsecretario Hugo Lopez-Gatell, repetía constantemente que el cubre bocas, pieza de suma importancia y recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), no servia de mucho, que era innecesaria y que sólo el personal médico debería utilizarla.
Después de seis meses de pandemia en México, la realidad le ha dado una brutal bofetada al soberbio encargado, pero principalmente a los mexicanos, con una cifra que alcanza los más de 76 mil muertos, no existe discurso que pueda ocultar del todo, la mala actuación del gobierno.
Y de la mano del fracaso en salud, está el de la economía, no podía haber sido diferente. El desaseo con el que se atendió la enfermedad, que cayó en el peor escenario posible, además, debe cargar con el desprestigio de ser primer lugar en decesos del personal que se encuentra en la primera línea. La falta de insumos que provocaron protestas sólo ocasionaron suspensiones y despidos.
Por lo anterior, la llegada de la vacuna se vuelve más que urgente, el gobierno del presidente Andrés López Obrador tiene la esperanza de que después del desorden que han ocasionado por su impericia, ésta les corrija la plana.
Habrá quien se crea el cuento, después de tantos otros que se han creído y que salen de la boca del presidente, ¿por qué no hacerlo ahora? Si están convencidos de que acabará con la corrupción, y que lucha contra la pobreza es un éxito, aunque a final de cuentas sólo la administra, sin importarles que sean llamados animalitos, ya no hay nada más qué agregar.
Aunque la verdad, el tiempo dará cuenta de lo que está ocurriendo en este terrible presente, la pandemia será tema durante muchos, muchos años, así como la inútil reacción de un gobierno indolente y alejado de la realidad que parece ser sólo vista por los que sufren la pérdida de sus familiares o de sus empleos.
Sí, México esta inmerso en la loca carrera por la vacuna que resuelva la pandemia del Covid-19, no obstante, su llegada no arreglará la pésima actuación del gobierno de López Obrador.