En los últimos días, hemos escuchado sobre la lucha que han iniciado grupos feministas en varios estados del país, por diferentes motivos y que ahora forman un solo reclamo, que tiene como sustento diferentes causas.
Madres de jóvenes, niñas y niños desparecidos, mujeres en pro del aborto, grupos que luchan en contra de la violencia hacia las mujeres y el feminicidio y quienes tienen como bandera la igualdad de género.
No podemos negar que todos estos motivos son válidos y suficientes para exigirle a la autoridad y a la misma sociedad que actúen y dejen de permitir que ese arraigado machismo, que no solo es característico de nuestro país, sea un lastre para el desarrollo de una nación que puede crecer a pasos agigantados, si logramos erradicarlo de una vez por todas.
Efectivamente, los motivos son válidos y aún si alguien no los comparte, habría que analizarlos, como el tema del aborto en donde se puede poner en una balanza la libertad de decisión de una mujer y la vida de quienes muchos consideran, biológicamente un ser vivo. Pero estas discusiones las dejaremos para otra ocasión, ponderando los posicionamientos éticos, técnicos y profesionales de quienes son estudiosos del tema.
Existen otros argumentos que no se pueden siquiera discutir, las desapariciones forzadas, la privación de la libertad o de la vida de tantas mujeres, jóvenes y niñas que laceran verdaderamente a una sociedad mexicana, que se precia de ser moderna y vivir en la globalización, pero que sigue con problemas tan antiguos como la misma humanidad. Pero el fondo no es la forma, los problemas de desigualdad y violencia contra la mujer en México, son tan importantes como la misma estabilidad social y es aquí en donde debemos analizar las acciones que se realizan para reclamar una solución a estos problemas y por eso, estimados lectores, hablo de la forma, y no tenemos por qué seguir escuchando que la violencia se combate con violencia o que el reclamar nos lleva a la destrucción o que la manera correcta de exigir es la agresión, porque si esa es la solución, de aquí en adelante viviremos en el más claro desorden que provoca la falta de autoridad.
Me refiero a las acciones sin escrúpulos, que han realizado los grupos que protestan sin medir las consecuencias, a quienes de verdad no les interesan los derechos de los demás. No podemos dejar de observar con indignación, la toma y destrucción de las oficinas de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, organismo qué sin analizar su eficacia y eficiencia, es un refugio de muchas víctimas del abuso de autoridad. ¿Qué va a suceder con todos esos expedientes destruidos y, sobre todo, con los quejosos de estos, si había violaciones que encarar, se acabó con la posibilidad de cualquier observación o hasta una recomendación? Y no solo fueron grupos anarquistas los participantes en la toma de las instalaciones, las crónicas y evidencias están en los medios y redes sociales. Por cierto, también la Visitaduría en Ecatepec de la Comisión Estatal de Derechos Humanos fue víctima del vandalismo.
Otro caso recurrente es la destrucción constante del mobiliario urbano y de propiedad privada en el centro de la Ciudad de México, el pretexto es el mismo, las movilizaciones de grupos feministas para realizar sus reclamos.
Pero también en la provincia mexicana se vive el anarquismo y no solo realizado por grupos feministas , en Guerrero, las normales rurales no se quedan atrás, queman edificios y mobiliario de gobierno, en Michoacán los normalistas y maestros también destruyen la propiedad gubernamental y bloquean las vías de comunicación y así podríamos enumerar un gran número de acciones ilegales que ponen en jaque a la sociedad mexicana, hasta donde podemos justificar estas violaciones a las normas, o es que adoptaremos la filosofía de Maquiavelo y aceptaremos que el fin justifica los medios.
No podemos olvidar que todos los bienes destruidos del mobiliario urbano, las corporaciones policiacas o de cualquier dependencia de los tres niveles de Gobierno, se paga con nuestros impuestos.
Lo importante son las razones para exigir la acción gubernamental y social, éstas no las discutimos, sobre todo, aquellas encaminadas a la igualdad y respeto hacia la mujer, lo que sí rechazamos son aquellas acciones que vulneran la vida social y sobre todo jurídica de un país, sus instituciones y sus ciudadanos.
Por cierto: En la columna anterior me referí a todos aquellos héroes anónimos que ponen en riesgo su integridad física por los demás y también referí a los que he conocido por mi caminar en el mundo del servicio en materia de protección civil, y de manera injusta olvidé mencionar a un grupo de hombres y mujeres, que teniendo una responsabilidad diferente, se involucran en esta noble acción, formando parte de las brigadas de protección civil en el sector educativo, pero especialmente a mis compañeros brigadistas y enlaces de protección civil de los treinta y nueve planteles de Conalep Estado de México, su vocación de servicio y valentía son un ejemplo para los jóvenes, que afortunadamente, están bajo su tutela y responsabilidad.