A la evolución de la pandemia del Covid-19 en las entidades de la federación se les ha impuesto el color de un semáforo sanitario, en función del tamaño del contagio, de las camas ocupadas de los hospitales por Covid, de los pacientes intubados y de las defunciones, lo que ha dado lugar a más o menos actividades comerciales y públicas autorizadas a la población, pero también se ha convertido en símbolo político de la capacidad de sus gobernadores. Éste, el de la salud pública y el de la economía van del rojo y, eventualmente al amarillo, poniendo a temblar a más de uno.
El verde y el amarillo comunican que las entidades son más sanas y responsables. El rojo y el naranja, que tienen más contagios y muertes. Se advierte, a través de este semáforo, cuales estados son más estrictos y cuales menos eficaces en la gestión de la pandemia. Ir del rojo al amarillo y al verde comunica, que lo hacen muy bien o que tienen baja densidad demográfica o que son entidades en las que el clima ayuda. Ir al rojo, riesgo.
En medio de todo esto, la sociedad tiene miedo, espera la vacuna milagrosa y un amplio segmento de la población se muestra indiferente, descuidada y, para acabar pronto, irresponsable frente al posible contagio.
En tiempo de frio, los contagios y defunciones se vienen incrementando y el color del estado del ánimo social no está considerado en el semáforo, es el gris, el color de la impotencia y la frustración, el de las coronas fúnebres o de los sencillos ramos de flores para los difuntos, los que nos hablan del negro enlutado que le va ganando la partida a los colores fosforescentes del semáforo.
El Edomex y la CDMX se sostienen en el naranja, contra viento y marea, pero la realidad y los números dicen rojo. Los hospitales están saturados, las declaraciones de médicos denuncian el tamaño de la tragedia ante la imposibilidad de atender a todos los enfermos que llegan.
Particularmente, prefiero los colores vivos de las banderas nacionales o de los equipos deportivos, al de los hospitales. Entre los primeros hay orgullo, y en los equipos competencia. En la enfermedad, el enemigo es invisible.
El rojo que solía ser el color del triunfo y de no pocos productos de consumo y corporativos exitosos, hoy nos pone a temblar. Es el color del miedo.
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@MargaJimenez4