Ya se esperaba que a pesar de los señalamientos, acusaciones y exigencias que recibiera el partido en el poder, Morena, no cambiaría de parecer respecto de la candidatura al gobierno de Guerrero de Felix Salgado Macedonio.
Brutal ha sido la indiferencia que se muestra desde lo más alto del partido y peor aún, por parte del titular del ejecutivo federal en relación a un tema tan delicado como el que representa el candidato guerrerense.
Lo más triste de todo es que existen actualmente muchas posibilidades de que Morena gane la gubernatura de uno de los estados más golpeados por diferentes causas, entre ellas, la delincuencia.
Ante la candidatura, que por sí misma reta cualquier inconformidad venga de donde venga, se hace necesario buscar coherencia entre las diputadas, funcionarias, y líderes de Morena que antes reclamaban y exigían respetar el lugar que merecen las mujeres en el contexto político, económico y social; y la condena para quienes se resistieran a ello.
Ahora: “callan como momias”.
Frase que ha utilizado en diferentes ocasiones el presidente Andrés López Obrador para quejarse sentidamente del trato que se le dio cuando se encontraba en la oposición; situación que no permite que al pueblo se le olvide ese pasado reciente (instalándose en su acostumbrada condición de víctima), cuando arremete en contra de la prensa y adversarios para reclamar su supuesto silencio cómplice.
Ahora, bien se ajusta el calificativo para las mujeres que deberían representar las voces de todas aquellas a las que se supone liderean a través de sus cargos, pero que no lo hacen; más bien, de forma sumisa reflejan obediencia incondicional a lo que se dicta desde la oficina presidencial.
El problema de todo este silencio, no es únicamente el beneficio que implícitamente favorece al impresentable Salgado, sino que de tajo, impone censura a las mujeres que por años han dado la batalla para que sean escuchadas.
Lo anterior, deja al descubierto que no es con la apertura de espacios en los diferentes cargos administrativos como se puede cumplir con la equidad de género, que es una de las exigencias añejas; tampoco lo es la modificación que se pretende hacer al idioma desdoblando las oraciones en supuesta justicia, anteponiendo los artículos las y los para involucrar a ambos géneros y con ello suponer que se le da el respeto y el lugar que como seres humanos nos merecemos por igual. Cuando es la propia autoridad la que violenta ese derecho.
Entonces, viene a colación lo que tanto se ha colocado en el debate social entre la condena y la aprobación de los movimientos feministas, y si acaso, el resultado en el que se conjugan con la violencia ha sido el esperado, o que si las pintas y destrucción de monumentos y de la propiedad privada han servido de algo. Porque el pretexto suponía que de esa forma se hacían notar.
Con la aprobación del partido Morena y la defensa que hace el propio presidente de la candidatura de Felix Salgado tira por tierra de un solo movimiento la posibilidad de reconocer que es México un país de igualdad y respeto, que ha dejado en el olvido la voluntad machista. Se observa todo lo contrario.
La opinión de la autoridad máxima es que se trata de un simple asunto electoral. No señor presidente, no se trata de un linchamiento mediático en contra del pobrecito candidato, no confunda al pueblo.
Se trata de una persona que es acusada de un delito grave, uno de los que por cierto más lastima a la sociedad, y en el momento en el que intenta disfrazar las acusaciones como hechas al calor de las elecciones y que se trata de un tema mediático, es para distraer.
Con su actitud, es como si diera un golpe en la oficina presidencial disparando una absurda respuesta muy mexicana y conservadora: “porque lo digo yo”, así de claro es el mensaje, y minimizar lo grave de la denuncia que hacen las mujeres que exigen justicia, es como pretender hacerlas invisibles.
La candidatura de Salgado, no sólo representa la imposición de la voluntad de una persona por encima de todos los demás, se trata mas bien de un hecho histórico que dejará un precedente en el sistema político y jurídico de la sociedad mexicana, que se contará por muchos años.
No está de más señalar que esta situación pone en riesgo lo poco o mucho que se había avanzado en igualdad y respeto. De un solo movimiento, la inconformidad da un salto de 50 años en el pasado.
¿Cuáles son los argumentos que podrán ofrecerse en el futuro sin que salga a relucir lo que está sucediendo en el presente?
Es una pena observar que pese a la lucha que se ha presentado por décadas en contra de una autoridad reacia a reconocer los derechos elementales, se desplomen en tan poco tiempo. No es únicamente la femenil, sino de los demás grupos que han tenido que hacerlo y que continuan invisibles ante los ojos de las autoridades.
Para la gran mayoría fue un gran mérito la importancia ganada por parte de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), hoy cooptada por el poder ejecutivo. La imposición de una persona incondicional al presidente le restó protagonismo. Al día de hoy, es inexistente.
Entonces, ¿Quién levantará la voz? ¿quién dejará de callar como momia ante lo que está a punto de suceder?