Los Sonámbulos... Del desdoblamiento polifacético

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Los Sonámbulos... Del desdoblamiento polifacético

Domingo, 10 Diciembre 2017 00:06 Escrito por 

De acuerdo con todas las evidencias, ningún partido o sistema político registra fundaciones, refundaciones, “muertes” y resucitaciones como el que se configuró a partir de que “la familia revolucionaria”, vía caudillos, determinó poner fin, hace casi un siglo, a la hemorragia asesina entre sus integrantes (con sus episódicas continuaciones, del tipo Luis Donaldo Colosio y el “asesino solitario”).

El “metamorfoseo” ha sido tan descarnado como hilarante, como los gatos que desde el tejado buscan caer parados para salvarse, arriesgando el desteñido pelaje pero salvaguardando la piel.

¿Nacionalismo revolucionario a la Cárdenas? Bien. ¿Capitalismo Revolucionario, “de compadres”, a la Alemán? Mucho mejor. ¿De regreso al Nacionalismo Revolucionario a la Ruiz Cortines? Sin problemas. ¿Socialismo dentro de la Constitución a la Lopez Mateos? Perfecto.

Todo cabe en el “desarrollo estabilizador”, hasta el garrote de la conspiranoia que vio en el estudiantado universitario al enemigo ”rojo”, mientras el siguiente tolete se volvió socialista y dio asilo político a disidentes de dictaduras sudamericanas, al tiempo de victimar a guerrilleros como Genaro Vázquez o Lucio Cabañas, amén de sus “matanzas de jueves de Corpus”.

“Soy el último Presidente de la Revolución”, se dijo a manera de epitafio cuando el populismo socialista (capitalismo mixto, es decir, estatal y privado) llevó a Jesús Martínez “Palillo” a retar, desde la Carpa México, a que le “nacionalizaran el hocico”.

Como respuesta, casi de inmediato se abrió paso al populismo capitalista (libre mercado con gobierno inexistente, denominado “neoliberal”, con sus tecnócratas) y, como es más que evidente, “los hocicos se desnacionalizaron” y comenzaron entonces a tratar incluso como estúpida a la figura presidencial, pero sin referirse siquiera a las estafas de “inversores, empresarios, innovadores y banqueros” que, perogrullada, son al mismo tiempo evasores de impuestos y especuladores. Y de ahí pa´l real.

El desdoblamiento ha sido gradual y multifacético, siempre con el antifaz de ocasión que, como se sabe, no sólo ha servido para la realización de antiguas representaciones dramáticas o fiestas dionisiacas, sino para caracterizar a los bandidos en los cómics. En estos y en todos los casos, el antifaz ha cumplido literalmente su función.

Desde el Banco de México, que autónoma y automáticamente se somete al credo trasnacional del “lucro a cualquier precio”, hasta la Secretaría de Hacienda, donde el crédito público se hizo privado (y de muy largo plazo,) para rescatar a especuladores y banqueros, hace tiempo que la vida real, la de todo los días, desapareció del discurso y de las noticias. ¿A quién le hace falta cuando el antifaz del momento lo cubre y abarca todo?

Así sucede también desde hace tiempo con la “ciudadanización” de la política que, en versión 2.0, ahora se declara independiente y hasta “apartidista”, mientras matraqueros y sectores tradicionalmente muertos, lanzan ostentoso rebuzne de sus vivos y renovados postulados para no verse anticuados:

¡Que viva la simulación; que viva el candidato apartidista, y vámonos declarando, esclavos de esta facción!”, diría con sarcasmo un eufórico “Prudencio” (el de Joaquín Fernández de Lizardi), en sus diálogos con Simplicio (pariente lejano, en efecto, del “Simplicio”, del maestro Javier Ortiz de Montellano en sus diálogos infernales).

Esto es peor que el “Síndrome de Estocolmo” (la miseria no es consecuencia del capitalismo neoliberal, sino su simpatizante más activa) aunque es cierto que hace mucho la lucha de clases, sustituida por la lucha de frases, mutó en feroz representación de lucha de disfraces.
Por eso el manifiesto marxista es aplicado a la inversa (“¡especuladores rentistas del mundo, uníos!”, según Sloterdijk) y la desigualdad, el efecto supuestamente inevitable de las todavía más ineluctables diferencias, se asume como destino estabilizador, para tranquilidad y gozo de las minorías (el “1 por ciento”, para ser exactos).

Ya sin rastros de los viejos desplantes subversivos, incluso el concepto “democracia” tiene hoy más tintes poéticos que políticos, en tanto que el capitalismo se vende “con rostro humano” y hace de la caridad uno de sus fundamentos, no únicamente para paliar el hambre y evitar así la extinción de consumidores (que sólo para esto sirven), sino también para evadir impuestos, clásica “filantropía con antifaz”, en la nariz de los recaudadores.

“Las lecciones de hipocresía se aprenden rápido”, aseguraba Guillermo Cabrera Infante (y se hacen tradición, agregaríase).

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Jesús Delgado

Los sonámbulos