Decisiones tomadas por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en lo que hace al abasto de medicamentos han ido en sentido opuesto de la máxima que establece que frente a una crisis o un problema grave, las mujeres y los niños son primero.
Acciones emprendidas para solucionar la falta de medicamentos oncológicos que empezó en 2019 para los niños con cáncer deja claro que no son prioridad para la 4T. A los padres de estos niños que han protestado y presionado de diversas maneras para contar con ellos, se les ha señalado como golpistas que sirven a otros intereses y que están siendo manipulados.
Más allá de los prejuicios obsesivos de corrupción de AMLO en las empresas farmacéuticas y en la compra de los fármacos necesarios, ha quedado expuesta la inexperiencia de los funcionarios responsables en el proceso de adquisición, distribución y entrega de medicamentos, el que ha sido nefasto. Lo cierto es que cada hora, cada día o cada mes que pasan sin tratamiento los niños con cáncer, mueren. Los días de retraso en la aplicación de las quimioterapias hacen la diferencia entre la vida y la muerte, lo mismo para las mujeres con cáncer de mama, cervicouterino u otro.
A poco que se advierta, podemos señalar que el sistema de salud pública y los criterios del presupuesto elaborado con este propósito han sido causantes de la muerte de demasiados mexicanos, a los que se suman los de la pandemia. Los hechos dan cuenta de ello. Adquisiciones y retraso en el multimencionado plan de compras consolidadas de medicamentos, regidos por los lineamientos de una mal entendida austeridad, son los verdugos.
Los fármacos especializados para este padecimiento los produce PISA, laboratorio mexicano que podría surtirlos en poco tiempo, pero se advierte la falta de voluntad de la autoridad. La salud de los niños y de las mujeres con cáncer, en este gobierno, se ha dejado al final. No importan. Ya no van primero.
