La vacuna contra la COVID 19 se ha convertido en menos de un año en la esperanza del mundo para salir adelante de esta pandemia universal. A partir de su surgimiento hace ya casi dos años, las principales farmacéuticas y centros de investigación médica se dieron a la tarea de investigar la extraña enfermedad.
A ritmos verdaderamente sorprendentes y acelerados, la industria farmacéutica mundial ha producido al menos 15 vacunas con diversa tecnología y grados de efectividad. Lo cierto es que, independientemente de su eficacia, ninguna, absolutamente ninguna ha terminado su protocolo de investigación, que en muchos casos supera los 5 años como mínimo; y todas han sido autorizadas para un uso de emergencia.
En medio de la tercera ola, a pesar de la extendida vacunación en gran parte de Europa, Estados Unidos y América Latina, la efectividad de las vacunas está a prueba. Hoy en día sabemos que el virus muta constantemente y que existen al menos 10 variantes con diversos grados de mortalidad y propagación. Sabemos que la crisis que se enfrenta ante la variante Delta ocurre, incluso, en los países que habrían alcanzado altos niveles de inmunización entre su población.
Resulta lamentable, ante esta situación, el informe de la Organización Mundial de la Salud sobre el incumplimiento de los contratos de suministro de vacunas por parte de los laboratorios a los países pobres y, al mismo tiempo, el tremendo acaparamiento en los países desarrollados.
Además de ello, hoy amanecemos con una muy mala noticia para el mundo: dos de los principales laboratorios de producción de vacunas han anunciado un incremento entre 12 y 25% en sus precios.
Moderna y Pfizer han desatado la especulación comercial de la vacuna que gran parte de la población mundial todavía no accede. Como siempre, los países con población pobre perderán una buena parte de sus habitantes al no tener acceso a ella, por el simple hecho de ser pobres.
Resulta prudente y necesario hacer un llamado a la conciencia internacional y a los gobiernos de las naciones más poderosas para detener la concentración y especulación de los biológicos que se convertirán en el medicamento más preciado en el corto plazo.