El mundo está cambiando apresuradamente y pocos países han comprendido el papel que deberán jugar en los tiempos por venir. La decisión del gobierno norteamericano de desatar una guerra comercial para proteger su mercado y atraer la industria hacia su territorio no se trata únicamente de una estrategia económica de Donald Trump.
Esta definición va más allá: ya ha modificado las relaciones comerciales internacionales y ha establecido una nueva realidad en el intercambio global de mercancías, lo cual terminará por redefinir tanto los bloques comerciales como la geografía mundial.
Europa y la determinación de sus fronteras ya no serán las mismas que se conocieron tras la caída del Muro de Berlín. Su política de expansión territorial mediante la integración en la Unión Europea ha llegado a su fin, pues el respaldo de su potencial siempre estuvo en el Tratado del Atlántico Norte (OTAN), del cual Estados Unidos fue su principal promotor, gestor y, sobre todo, financiador.
Esto permitió debilitar al bloque socialista del este surgido tras la posguerra, incorporando poco a poco a diversos países del antiguo bloque socialista a una Europa occidental cada vez más desarrollada bajo una política liberal de mercado y de integración regional.
Sin embargo, este proceso de integración, que en teoría respetaba las soberanías nacionales, fue en realidad dirigido por las principales potencias del continente, como Francia y Alemania.
Hoy, ese proceso ha terminado con dos decisiones clave del gobierno estadounidense: por un lado, la intención de pactar una salida al conflicto ruso-ucraniano al margen de Europa, privilegiando un acercamiento con Rusia y un progresivo distanciamiento del continente europeo, al punto de amenazar con abandonar la OTAN si los países europeos no incrementan sus aportaciones a la alianza; y por otro, la hasta ahora insinuada intención expansionista sobre Canadá y Groenlandia, lo cual significaría acercar sus fronteras a Rusia, pero no a través del continente europeo, sino por las costas orientales rusas, sin necesidad de pactar con países europeos el establecimiento de bases militares ni el despliegue de misiles tácticos.
La política expansionista estadounidense no termina ahí: también amenaza con extenderse al Medio Oriente, ocupando la Franja de Gaza e, incluso, en caso de que Ucrania no ceda sus enormes reservas de tierras raras, no sería extraño que Estados Unidos pactara con Rusia un reparto del territorio ucraniano para hacerse con el control de esos recursos estratégicos.
Esta política de expansión y protección económica se está llevando al límite, situándonos al borde de un conflicto mundial de mayores dimensiones. Mientras tanto, China y sus aliados observan, invierten y guardan silencio. Sorprendentemente, el Partido Demócrata también calla, sin oponerse frontalmente a las decisiones de los republicanos.
Las cosas se están moviendo con rapidez. Es necesario tomar decisiones con la misma velocidad y adaptarse a esta nueva realidad geopolítica, comercial, económica y militar.