Muchas gracias, hasta siempre, Presidente

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Publicado en Opinión

Muchas gracias, hasta siempre, Presidente

Lunes, 30 Septiembre 2024 01:00 Escrito por 
Ricardo Moreno Ricardo Moreno Moción suspensiva

Hace muchos años, leí una frase que marcó, en buena parte de mi formación, cómo enfrentar los retos y las oportunidades. Hoy, al término del mandato del Presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ha entregado su vida a lograr una transformación en la vida pública de México, debo reconocer que me invade la nostalgia y la reflexión sobre lo que se ha alcanzado. Soy y he sido un militante y dirigente del movimiento de la 4ª transformación desde 1993, cuando ese “loco” tabasqueño decidió tomar camino a la Ciudad de México para reclamar una sola cosa: democracia. Esa travesía de mil kilómetros a pie nutrió la esperanza, dio sustento, contenido y empeño para quienes, en esa época, éramos jóvenes, para que no nos alejáramos de la lucha política, pacífica y electoral. A partir de entonces, vi y compartí el crecimiento político de Andrés Manuel. Tuve la oportunidad de estar en momentos difíciles, ásperos, donde se puso a prueba el pundonor y la templanza de muchos. Me cautivó su idea de organización basada en lo que se denominó partido-movimiento, que acuñó en 1995 en su campaña en pos de la dirigencia nacional del ahora extinto PRD, al que también vaticinó, a finales de 2012, el desmoronamiento interno a partir del Pacto por México firmado con el PRIAN. La idea del partido-movimiento, que no se anclaría en las estructuras partidistas sino que fuese dinámico y encabezara causas sociales a partir de la calle y no a partir de una organización burocrática. Desde entonces, se prefiguró lo que ahora es Morena, no como partido sino como un amplio movimiento social y político. Ese mismo modelo, desde la Jefatura de Gobierno, logró, a fuerza de pundonor y aun en contra de la ola del foxismo, alzarse con la victoria en el año 2000. Es precisamente a partir de ese gobierno exitoso en la capital del país que se pudo contrastar con nitidez el contenido programático y político entre la izquierda y la derecha, entre la organización democrática del Estado y la visión oligárquica y corrupta que pudrió las instituciones del Estado mexicano.

Su paso por la Jefatura de Gobierno nutrió un ideario que se consolidaría en 2006 con un proyecto de nación que resumió, desde entonces, las principales medidas políticas, económicas y de redistribución que México requería. A pesar del fraude, nos quedamos ahí, primero en el plantón de Reforma y en las reuniones diarias en el campamento del Zócalo a las que era convocado en mi carácter de presidente del partido. Ahí, de su boca, escuché una frase que sacudió mi pensamiento: “No vamos a lograr que nos reconozcan que ganamos la Presidencia —dijo—, pero lo que vamos a hacer es que se mantenga viva la llama de la esperanza, que la gente y el pueblo sepan que estamos en pie de lucha. Esta también es una batalla que se gana si eres congruente, consecuente; pero, sobre todo, persistente. Solo el que persevera puede aprovechar la oportunidad cuando esta se presente. Si, por el contrario, desfallecemos, nos desanimamos y nos vamos a casa, la oportunidad va a pasar y no estaremos allí. Así que vamos a recorrer todos los municipios del país”. Y los recorrió, y no desfallecimos, y estuvimos en cada plaza, en cada gira, formamos el gobierno legítimo y avanzamos. Entre tanto, el proyecto se siguió nutriendo desde abajo, escuchando, observando y calculando. Esa perseverancia no la venció la elección del 2012 por una sencilla razón: habíamos, a pesar de la derrota, incrementado más de un millón de votos respecto de los obtenidos en 2006.

La oportunidad llegaría a partir de un gobierno que ejemplificó y nutrió perfectamente el ideario de AMLO. El sexenio de Enrique Peña Nieto, lleno de excesos, corruptelas y corros palaciegos, permitió que la ciudadanía experimentara un rencor social acumulado por los fracasos tanto del PRI como del PAN. La idea de la existencia de la mafia del poder, representada por el PRIAN, tomó sentido y dio la razón política e histórica a ese provinciano tabasqueño. La oportunidad llegó y la persistencia permitió que él, su movimiento y su congruencia también estuvieran en 2018 para enfrentar por tercera vez a esa mafia del poder, que ahora se desnudaba y se evidenciaba frente a todos. Los excesos, la soberbia del peñanietismo al sostener que el Pacto por México era la receta para el México moderno y la conciliación política con las dirigencias de los partidos, le darían la legitimidad y fuerza a su gobierno, terminó por hacer agua. La constancia, perseverancia, consecuencia, congruencia y, sobre todo, la inteligencia de Andrés Manuel los apabulló aquel verano de 2018. Y como es sabido, ahora estaba a prueba el ejercicio del gobierno, que tenía que ser consecuencia de lo ofrecido en el Proyecto Alternativo de Nación: devolver el papel estratégico a varias áreas del desarrollo nacional, especialmente en el ramo energético; elevar a rango constitucional los programas del bienestar y desclientelizar los apoyos; restar poder a los poderes fácticos y separar el poder público del poder económico. Reformar, cambiar y contraponer una nueva forma de gobernar y de administrar ha marcado este gobierno. Sin duda alguna, la historia le tiene reservado un lugar a AMLO. Sin lugar a dudas, la gran proeza en estas poco más de tres décadas de lucha ha sido poner fin a un régimen que no volverá: al régimen de la simulación y de la prebenda, al régimen al servicio de la oligarquía, al régimen de la violación sistemática de los derechos humanos. Tocará a otros juzgar con el paso del tiempo y el análisis de los momentos. En mi caso, estoy profundamente agradecido con la vida porque tuve la oportunidad de ver cómo se desmoronó ese régimen y cómo lo estamos sustituyendo. La cuarta transformación tiene que seguir su marcha y, por eso, recuerdo la frase de George Bernard Shaw: “Dos tragedias hay en la vida: una es no conseguir lo que el corazón desea, la otra es conseguirlo”. Hoy, con nostalgia, puedo afirmar: lo deseamos y también lo conseguimos.

Muchas gracias, hasta siempre, Presidente.

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Ricardo Moreno Bastida

Articulista invitado