Los progresos que se han logrado en México, en materia de lucha contra el VIH, el SIDA y otras ITS, han sido posibles gracias a muchos(as) activistas, así como a sus respectivas Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC). En los anales de la historia de esta epidemia han quedado grabados muchos nombres de gente que ya murió y que luchó con fuerza, ahínco y desesperación para que se comprendiera la importancia de que el Estado Mexicano brindara la atención y el tratamiento requerido por las personas que vivían con el virus.
Los movimientos internacionales que llevaron a cabo grupos de homosexuales, bisexuales y lesbianas que tenían más experiencia –especialmente en países desarrollados—sirvieron para concienciar a otras organizaciones acerca de los derechos que tenían para recibir la atención requerida.
Instituciones globales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), así como el programa Conjunto de Naciones Unidas (ONUSIDA) este último creado desde 1996, dieron un fuerte empuje para que gobiernos como el de México por fin dieran una mejor respuesta, en términos de sus políticas públicas, enfocadas a atender la epidemia. Hoy, México ocupa el 5º lugar por el número de casos de VIH y SIDA, entre los países de América Latina. Gracias a los diagnósticos y tratamientos oportunos, los decesos por VIH/SIDA han disminuido sistemáticamente.
La estigmatización y de la consecuente discriminación que padecen las personas que forman parte de las comunidades no heterosexuales sigue siendo un asunto pendiente. El sedimento sociocultural que alimenta a la homofobia tiene que ver con un machismo galopante y con el sistema patriarcal que le da vida. La mayoría de la población mexicana discrimina a quienes viven con VIH o a quienes forman parte de las comunidades LGBTTTIQ; lamentablemente lo mismo sucede en gran parte del mundo.
Sin lugar a dudas, el desarrollo conceptual en materia de Derechos Humanos (DDHH), especialmente los de segunda y tercera generación, llevaron a los distintos Estados-Nación a tener que actuar para garantizar, entre otros: el derecho a la salud física y mental; la asistencia médica; a dar acceso a los servicios necesarios para tener calidad de vida; a procurar el entendimiento y la confianza; a impulsar la coexistencia pacífica; al uso de los avances de la ciencia y de la técnica y, desde luego, a procurar una vida digna entre la población.
Estos componentes, puestos en la agenda pública, se han materializado, no sin dificultades, para hacer que las personas que Viven con VIH (PVVIH) o quienes entran en fase SIDA, reciban la atención requerida para tener calidad de vida. Todavía falta mucho por hacer y una montaña de aspectos sobre los que debemos informar, para ganar en conocimiento y comprensión.
Red Internacional FAMECOM