El ataque con ácido es uno de los crímenes más impunes que existen contra las mujeres. Se ha popularizado entre los hombres más viles del planeta.
Atacar con ácido a alguien significa no sólo borrarle el rostro para que nadie lo pueda amar y besar. Significa años de dolor, años de injusticia y de imposibilidad por encontrar una mejor fuente de trabajo, porque no hay empleo que pague los gastos de tan dura circunstancia.
Por lo menos se llevan a cabo 100 operaciones, curaciones, reconstrucciones de rostro, además de la eventual pérdida del ojo. El ácido en muchas ocasiones no sólo traspasa la piel sino que afecta a los huesos, lo cual aumenta las posibilidades de infección o de tener que usar una prótesis en tales circunstancias.
Los tipos de ácido más comunes en estos ataques son el ácido sulfúrico, que se extraen muchas veces del motor de los coches o motocicletas, el ácido nítrico y el ácido clorhídrico, que comúnmente es utilizado como producto de limpieza y, por ende, es de fácil acceso.
Esta práctica ha ido en aumento en el mundo. Muchas personas han sufrido este tipo de violencia. Las causas principalmente son celos, envidia y venganza.
Las personas que lo perpetran intentan dejar huella de sus actos y que el sufrimiento de la persona sea lento y doloroso.
Saben que al mirarse al espejo, al levantarse por la mañana lo primero que pensarán es quién los dejó así.
En México, 26 mujeres han sido atacadas con ácido desde 2001. En total, hay 30 víctimas, 31 con la mujer trans que fue atacada recientemente y que además sufrió discriminación por parte de un hospital que se negó a dar atención médica.
La mayoría de los casos quedan totalmente impunes, pues muchas de las víctimas no sostienen la denuncia o no encuentran eco por parte de las autoridades.
Por ello, la bancada morenista lanzó una iniciativa desde el 2020 para que se modifique el Artículo 167 del Código Nacional de Procedimientos Penales en el cual se pide prisión preventiva en caso de violencia, abuso, feminicidios, etc.
La modificación apela a que constituyan un delito las lesiones con cualquier sustancia corrosiva y no sólo que se considere punitivo que sea en la cara, sino que toque o dañe cualquier parte del cuerpo.
De ser aplicado esto constituiría un gran logro para todas aquellas víctimas que siguen sufriendo acoso o que no hallaron justicia en su momento.
El problema es que este tipo de iniciativas a veces se quedan sólo en el dicho y no en el hecho. Se proponen, pero no derivan en ley.
Es urgente que no sólo se legisle y penalice a los agresores con ácido, también se debe dar protección y atención a las víctimas de forma adecuada, pues en diversos casos los hospitales no cuentan con un protocolo de acción.
En conclusión, las mujeres seguimos a la deriva en cuestión de lograr justicia ante hechos tan terribles.
Noemí Muñoz Cantú
Directora de la Revista Ganando Espacios
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