Después de un año y medio de pandemia, llegó el Buen Fin. Esta estrategia nació en 2011 con el objetivo de reactivar la economía. La idea vino de Estados Unidos que tiene su “Black Friday” donde dejan de estar en números rojos, es decir se recuperan las pérdidas.
En Estados Unidos solo es un día de locura. En México son cuatro días que se manejan como una oportunidad de encontrar los mejores productos a precios muy bajos.
Según un estudio de Fiorentina García Miramón y Maximilian Murk, investigadores del Tecnológico de Monterrey, el Buen Fin sí ofrece descuentos que van de 1 a 57 por ciento, pero no van más allá.
También hallaron que algunos establecimientos de prestigio inflan sus precios meses antes y días antes del Buen Fin los ponen al precio.
Nada nuevo ¿cierto? El Buen Fin se ofrece como esa oportunidad de gastar, de pasear por las tiendas, comparar precios y salir con la mejor opción.
Además, el SAT puede hacerte feliz, dado que ofrece un premio por 250 mil pesos, 60 premios de 20 mil pesos, 200 premios de 15 mil pesos, 900 premios de 10 mil pesos, mil premios de 9 mil pesos, 3 mil premios de 7 mil 500 pesos, 6 mil premios de 5 mil pesos, 60 mil premios de 2 mil 500 pesos, 100 mil premios de mil pesos y más de 150 mil premios de 500 pesos.
Dinero que será depositado a la tarjeta de los cuentahabientes participantes y se les dará a las empresas que están suscritas.
¿Parece un paraíso de dinero cierto?
Ante tanto incentivo económico y comercial tenemos que preguntarnos ¿dónde está el truco?
La inflación. Sí, la palabra terrorífica para cualquier latinoamericano. Es decir el aumento desmesurado de los precios. Nosotros, según datos del INEGI, tenemos una inflación de 0.54. Los precios de las mercancías se incrementaron 0.37 por ciento y los de los servicios 0.28 por ciento.
Nuestro bolsillo lo ha notado, cuando la gasolina o el gas sube, todo se incrementa, por lo tanto nuestra posibilidad de adquirir productos baja demasiado, tenemos que priorizar de acuerdo a nuestras necesidades.
Sin embargo, al llegar el Buen Fin todo recato económico se olvida. Nos lanzamos a las tiendas, sacamos la tarjeta y la deslizamos por la terminal sin ningún temor, además podríamos ganar en el sorteo del SAT.
La estrategia de sacarnos la lotería de la noche a la mañana, de tener una pantalla de 72 pulgadas y de cargar bolsas mientras caminamos por la felicidad capitalista no es más que una quimera. Ahí sigue la inflación, esperando, solo esperando que pase la euforia y llegue la cruda realidad.
Recordemos que nuestro poder adquisitivo en este momento está por debajo de la canasta básica. También es necesario saber que si la inflación no para, nuestros pagos a la tarjeta de crédito se convertirán en un pesado lastre.
Ante la crisis es mejor conservar la tranquilidad financiera. Si no cuentas con ahorros para esta compra, no la hagas.
Si te encuentras en el buró de crédito por créditos acumulados no agregues más deudas a tu tarjeta.
Si en realidad no necesitas ningún producto y solo deseas participar en esta locura de compras, respira primero, quizá pierdas el aire al ver tu saldo. A partir de nuestra situación financiera se puede planear una estrategia para soportar “las vacas flacas” que traen la inflación.
El Buen Fin es un oasis, un espejismo. Nuestra realidad es otra, a pesar de que López Obrador diga que el aumento en los precios, el cierre de pequeños y grandes empresas es cosa pasajera.
Aún queda en el tintero revisar si este Buen Fin también traerá amenazas y extorsión de la delincuencia organizada.
Hay mucho que revisar y poco por gastar.