Arturo Herrera es el claro ejemplo de lo que le espera como destino a cualquier funcionario de la 4t. Primero, fue visto con buenos ojos, después; intolerancia, y finalmente se desechó; como todo aquello que tiene un ciclo de vida útil. Me parece bien, me funciona, ya no me funciona, lo desecho. Así de simple, así de sencillo.
Para el hoy ex funcionario del gobierno federal, el futuro le pinta un negro panorama; después de haber acariciado con sus dedos la luna, ahora será enviado al rincón del olvido, en espera de que pasen 10 años para intentar volver al servicio público. Así se estableció.
Para cuando el primer secretario de Hacienda del nuevo gobierno lopezobradorista Carlos Urzúa, tomó las riendas del cargo; su conocimiento, experiencia y habilidad en el tema, empezaron a visualizar un proyecto coherente. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para descubrir el contra sentido de las formas del nuevo presidente, Andrés López Obrador y su visión arcaica de la economía.
El primer ajuste a su trabajo llegó pronto. Carlos Urzua ofreció la propuesta económica para la incipiente administración que se le encomendó, apenas se había logrado el tan importante proyecto, cuando una observación lo dejó helado; no eran esas las ideas que traía López, por lo que fue el propio presidente que metió las manos al proyecto quedando algo así como una especie de Frankenstein.
La visión de Carlos Urzúa apuntaba hacia el futuro, proponiendo un sistema para compras de gobierno en México, al señalar que los existentes eran arcaicos y primitivos. Planteó que como herramienta de un gobierno digital sería útil hacer compras al estilo Amazon.
Alentado por una plataforma y programa de gobierno que prometía mucho, pues se había presentado como un Proyecto Alternativo de Nación 2018-2024, en el que integraba una supuesta nueva visión a través de proyectos y propuestas en materia económica, política, social y educativa que tendrían por objeto generar políticas públicas que permitirían romper la inercia de bajo crecimiento económico, Urzúa puso manos a la obra.
Pero todas esas propuestas se fueron quedando en el camino y el desánimo pronto apareció para quien no tenía qué demostrar su valor, por lo que el 9 de julio de 2019 presentó su renuncia y expresó su sentir en una explosiva carta, en la que reflejó sin duda alguna su inconformidad, señalando entre otras cosas: “Estoy convencido de que toda política económica debe realizarse con base en evidencia, cuidando los diversos efectos que ésta pueda tener y libre de todo extremismo, sea éste de derecha o de izquierda. Sin embargo, durante mi gestión las convicciones anteriores no encontraron eco”.
Cuando se le preguntó a López Obrador respecto de la renuncia de Urzúa, señaló que: “No está conforme con las decisiones que estamos tomando y nosotros tenemos el compromiso de cambiar la política económica que se ha venido imponiendo desde hace 36 años”, “A veces no se entiende que no podemos seguir con las mismas estrategias, no se puede poner vino nuevo en botellas viejas. No más simulación, no más de lo mismo”, dijo.
La renuncia generó preocupación en organismos empresariales, incluyendo la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), pero esa incertidumbre repercutió en todas partes. La propuesta entonces del presidente para sustituir a Carlos Urzúa, fue Arturo Herrera que anunció en su cuenta de Facebook. Herrera era en ese momento subsecretario de Hacienda y en su primera conferencia de prensa dijo que no habría cambios en la política económica, lo que tranquilizó un poco el ambiente que se había generado por la dimisión del secretario;
“Los mercados querían mucho a Carlos Urzúa, pero también me quieren a mí” declaró Herrera.
No hubo mayor sobresalto al conocer la propuesta de que Herrera sería nombrado como secretario de Hacienda, eso calmó a los mercados. No obstante, la imagen de Arturo Herrera al ser presentado por el presidente es inolvidable. Fue más que evidente la angustia que no pudo disimular.
Al hacerse del cargo, Herrera evidenció nula autonomía del mandatario. Para López, un buen funcionario es aquel que obedece, no el que cuenta con ideas propias, o se atreve a reflexionar o a corregir, menos a criticar alguna de las decisiones del hoy poderoso presidente.
Al paso del tiempo, Herrera fue adquiriendo seguridad, muy a pesar de que tenía que doblarse a la voluntad de su jefe, fueron varias las ocasiones en las que se le vio tranquilo, relajado y respondiendo a preguntas de la prensa sin mayor problema. Para él todo iba viento en popa.
Pero aún le faltaba lo mejor, de manera repentina le dijo el presidente que sería su propuesta para Gobernador del Banco de México, el sueño de cualquiera en su lugar, estaba caminando sobre las nubes, en la cumbre de su carrera, ¿qué más podría pedir?
Así pasó el tiempo, Herrera se estaba preparando para su nuevo cargo, afinando todos los detalles, tal vez proyectando un nuevo futuro con su familia, la ilusión de cualquiera. En ese momento, Herrera esbozaba alegría, una alegría impensada, inesperada pero que ahí estaba, a su alcance; lo había tomado por sorpresa, pero ya la sentía suya. Bien habrían valido la pena aguantar los malos tratos para seguir montado en la 4t y en su nueva oportunidad.
Pero vino la noticia triste. El titular del ejecutivo había decidido retirar su propuesta para el cargo anunciado, algunos dicen que cayó de la gracia del tabasqueño al no obedecer la orden de ahorcar a los estados en donde se llevarían a cabo elecciones.
La candidez del ex funcionario lo hizo cometer el peor error de su vida, guardar esperanzas cuando su propio instinto de supervivencia le habría avisado tras los regaños sufridos y la evidente diferencia de visión de la economía que desde el principio se la dejó ver el de Macuspana, como para todavía creer que cuajaría en el nuevo gobierno.
De haber renunciado Herrera una vez que lo hizo Urzúa, hubiera rescatado dignidad y orgullo, nada le podría asegurar que sería diferente que como lo fue con su ex jefe. No tendría que pasar por lo que hoy está pasando. Lo peor, es que con el paso del tiempo, se perderá en el mar de la desmemoria.