¡No miren arriba! ¡Mira arriba! ¡No miren arriba! ¡Mira arriba! El secreto que se esconde en la producción cinematográfica de Netflix, según mi opinión, está en el título, en la consigna.
La idea que encierra en el fondo es la falta de autonomía de las personas, la manipulación de la que somos objeto y que nos enfrentamos en esta posmodernidad. El filme, con un reparto de primera línea hollywoodense, afirma que carecemos de voluntad para decidir ante cualquier situación que se nos presente porque, tristemente, hoy nuestro criterio se ve influido cada día al momento de elegir el camino e, incluso, la actitud que tomamos ante un evento inesperado sea éste catastrófico o no.
Ya Morris Berman habló de la simulación en la cultura americana ante la elección, él ponía el ejemplo de los lugares de comida rápida donde nuestra capacidad de elección se reduce al aderezo que podemos elegir entre una serie de propuestas; la película va más a fondo y ejemplifica la elección de decisiones más fuertes como el gobernante, las emociones e incluso el camino a tomar ante el inminente fin del mundo.
Con un toque fársico, el filme de Adam McKay aborda temas muy profundos como la permanente manipulación a través de los medios de comunicación, la sociedad del espectáculo, ya descrita por Guy Debord, donde todas y todos somos atraídos por la publicidad del espacio público de aquellos que se han vuelto los héroes modernos, influencers, modeladores de la conducta pública.
El largometraje describe cómo la democracia actual se basa en los niveles de popularidad de una persona, basada a su vez en la popularidad que suelen tener los escándalos sexuales, lo cual merma la capacidad crítica al tomar decisiones o elegir, acciones que al final realiza por nosotros el teléfono “inteligente”.
Aquí toca la importancia que se le han dado a los datos y algoritmos que controlan la vida y van modelando las conductas individuales, que peligrosamente acercan a la generación de nuevos sistemas económicos donde las decisiones basadas en el método científico son echadas de lado.
Podemos reír ante esta propuesta cinematográfica, pero se corre el riesgo de banalizar la cualidad crítica de esta obra ante la representación del posible e inminente fin del mundo; así como -por ejemplo- la pandemia del COVID nos ha dado la posibilidad de considerar que el mundo no es eterno y que debemos cuidarlo.
Este filme nos puso frente a nuestra propia finitud; podemos sentarnos a contemplar cómo llega el “apocalipsis” o podemos hacer algo, la película muestra las dos caras de la misma moneda, creo que apelando a nuestra racionalidad podemos detener la risa y dar paso a la reflexión, pensar en los temas que apremian: migración, cambio climático, gasto excesivo de recursos, relaciones interpersonales y, como siempre, en el centro, el conocimiento como factor de movimiento en el sentido de transformación.
Podemos mirar para arriba o para abajo, considero importante que miremos primero hacia dentro de nosotros mismos, esta mirada interior, con análisis y reflexión, nos llevará a mirar a los lados, miraremos al otro como persona, al otro como un mundo en sí, y de esta forma podremos pensar en la libertad y en la capacidad de autodeterminación que estamos perdiendo por seguir una masa y olvidar la tan atinada regla que estableció Kant en la ilustración: pensar por uno mismo.
Vale la pena reflexionar y ver esta buena producción y disfrutar de las actuaciones de cuatro ganadores del premio Oscar: Meryl Streep, Jenifer Lawrence; Leonardo di Caprio y Cate Blanchet, dirigidos por Adam Mckay, o ¿tú tampoco no quieres mirar hacia arriba?