Durante los tres años que van del actual sexenio, se han asesinado a 50 periodistas, mientras que en los seis años del gobierno de Felipe Calderón fueron 48 y en todo el sexenio del ex presidente Enrique Peña Nieto, 47; en enero de este año cuatro periodistas más perdieron la vida de esta manera, uno en Veracruz, dos en Tijuana Y uno en Zitácuaro.
Los asesinatos de periodistas se han convertido en noticia cotidiana que se suma a la estadística de la violencia que padece el país, en la que no importa la historia de los asesinados, quiénes eran sus hijos, su familia, sus amigos; cuáles fueron su proyectos, sus sueños, sus logros, para pasar a ser sólo un número.
Reporteros, columnistas, articulistas, comentaristas, tienen la misión cotidiana de reportar los hechos, tratando de ser fieles a la verdad, pero la situación es insostenible, cualquiera de ellos puede morir. Se han denunciado los hechos, reclamado a la autoridad que investigue y castigue a los responsables, siendo la respuesta de la propia Comisión Nacional de los Derechos Humanos que el 90 por ciento de estos crímenes han quedado impunes y que muchos de ellos están vinculados a servidores públicos.
Ricardo Flores Magón, cuya efigie aparece actualmente en la mampara de “Las Conferencias Mañaneras” fue un filósofo anarquista y periodista de los siglos XIX y XX, valiente, siempre crítico del poder y fundador, desde el exilio, del periódico “Regeneración”, quien moriría defendiendo los trabajadores en una cárcel de los Estados Unidos. Él, como Francisco Zarco, Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez, Belisario Domínguez y otros intelectuales notables del siglo XIX también fueron periodistas y críticos del poder, fueron cimiente de la libertad de expresión y de la democracia. Que no se olvide.
Matar a un periodista es matar la libertad de expresión, lesionar y deteriorar el Estado de Derecho, lo que tarde o temprano pudiera llevar a quienes no hacen nada por atender el cruento problema a convertirse en víctimas.