Agua y jabón para lavar la sangre de doce personas. Agua, jabón y silencio. El asesinato en nuestro país se lleva a cabo a plena luz del día y nadie hizo nada. Todos sabemos que sucedió. Una cámara grabó todo el evento, desde el momento que los formaron, hasta que los ultimaron. Escuchar los disparos crispa los cabellos, ver el humo que rodea a los hombres que son baleados también.
En las noticias el video fue primera noticia, en las redes también, pero la postura de las autoridades es no saber qué pasó exactamente. Hubo una noticia que me dejó reflexionando sobre lo que está pasando en este país. El reportero fue a San Antonio Gracia, Michoacán, para saber cuál era el sentimiento de la gente respecto a la masacre.
Sin ningún tipo de titubeo un señor grande aseguró que todos sabían que había sido un enfrentamiento de grupos criminales, ajuste de cuentas, venganza, pero que eso no era lo que les preocupaba sino pasar hambre.
Hemos llegado a esa fase en la que no importa si no es contra nosotros. Las balaceras, los ajusticiados y ahora los fusilamientos a ojos de todos ya son el pan nuestro de cada día.
Sólo hay que mirar los periódicos y las redes para ver muertos por doquier. Sin embargo, estamos viviendo una pandemia que no sólo ha mermado nuestra salud, también nuestros bolsillos.
Sabemos que la guerra impactará a todo el mundo. Es posible que no caiga una bomba, pero los precios subirán y la vida encarecerá, aún más. Aunque no queramos todo está conectado. Al subir los precios, la delincuencia aumentará, porque hay mucho desempleo y mucha necesidad. Con hambre no podemos pensar, ni discernir entre lo bueno y lo malo.
Los grupos delictivos aumentarán sus filas, porque saben que no hay mejor momento, hay carencia, desempleo e incertidumbre. Los ingredientes necesarios para que este país deambule en el territorio de la muerte.
Es terriblemente irónico que el lema de nuestro presidente “abrazos no balazos” sea lo que menos se cumple en este país. Lo único que se escucha en el bajío, en el centro, en el sur son: balazos. Tiene razón el presidente, ya no estamos con los corruptos, estamos bajo la sombra del narco y nadie puede negarlo.
Mientras, para marcar más la brecha del hambre y la deserción escolar, este gobierno de balazos, digo de abrazos, quitó otro programa que apoyaba no sólo a las mujeres trabajadoras, sino a cualquier padre que quisiera que sus hijos estuvieran en la escuela y además comieran. De un balazo, digo, de un manotazo se terminó con las escuelas de tiempo completo.
Más niños con hambre, más niños sin educación, niños que se acercarán más a ser un sicario que un doctor, ingeniero o arquitecto.
Este país está lleno de balazos y no de abrazos. Nuestros desplazados por esta guerra entre narcos son miles, sí, como en una guerra.