A pocos días de que millones de alumnos de educación básica regresen a las aulas, fue presentado el “nuevo” modelo educativo nacional, documento elaborado sin transparencia, carente de análisis y una verdadera estrategia que coadyuve con los múltiples retos que enfrenta la educación en nuestro país.
Aún antes de la pandemia, más de 4 millones de menores en México no iban a la escuela y unos 600 mil estaban en riesgo de abandonarla, por casi dos años las escuelas mexicanas cerraron sus puertas lo que de acuerdo con datos del INEGI, se tradujo en 5.2 millones de niños, adolescentes y jóvenes que no se inscribieron al ciclo escolar 20 - 21, acentuando la desigualdad de oportunidades educativas entre los sectores más vulnerables y dejando al descubierto las grandes carencias que como país tenemos en este rubro fundamental para desarrollar una mejor sociedad.
Aunado a esto, la desaparición del programa Escuelas de Tiempo Completo, espacios en los que 3.6 millones de estudiantes contaban con un horario educativo ampliado, mientras sus madres y padres trabajaban, pues la realidad es que ningún horario laboral es menor a las 8 horas, además de recibir alimentación, en el 70% de los casos el único alimento del día, situación de la mayor relevancia en un país que ocupa el segundo lugar en desnutrición infantil.
Por si esto fuera poco, el peligroso pendiente con las condiciones físicas de los espacios escolares, situación agravada con la desaparición del Instituto Nacional de Infraestructura Educativa (INIFED), institución que se encargaba de la asignación y transferencias de recursos para la construcción y mantenimiento de la infraestructura escolar, mismas que no han logrado ser subsanadas por el deficiente y opaco programa La Escuela Es Nuestra, pues a dos años de su implementación, no se presentan datos exactos de los planteles beneficiados, ni existe una estrategia de cobertura.
En este contexto, implementar un nuevo modelo educativo, con el sello de la casa: la improvisación, el cual se centra en un fundamento ideológico y no pedagógico, que en lugar de formar seres autónomos pretende aleccionar y adoctrinar, lejos de atender las verdaderas problemáticas, profundiza el deterioro de la educación pública. Garantizar a nuestras niñas y niños una educación de calidad que les permita, relacionarse con el mundo, obtener empleo, competir, entender y cuestionar es urgente y obligatorio. Hagamos conciencia, educar a las infancias evitará castigar a los adultos del mañana.
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