Hace más de un siglo, el 09 de junio de 1920 para ser exactos, José Vasconcelos se convertía en rector de la UNAM y uno de sus primeros pensamientos dirigidos a la comunidad estudiantil fue convocar y sellar un pacto de alianza con la revolución, para redimir a los mexicanos mediante el trabajo, la virtud y el conocimiento.
En aquella ocasión dijo lo siguiente: “Seamos los iniciadores de una campaña por la educación pública, los inspiradores de un entusiasmo cultural, semejante al fervor que ayer ponía… una enseñanza directa de los que saben algo, en favor de los que nada saben. Una enseñanza que sirva para aumentar la capacidad productora de cada mano que trabaja y la potencia de cada cerebro que piensa. Organicemos entonces el ejercito de los educadores que sustituya al ejercito de destructores”. A 100 años de distancia, ese pacto sigue vigente en favor de la educación, porque la inversión más segura es la que se destina a instruir a cada mexicano; por ello siempre será conveniente recordar las palabras de quien fuera el primer secretario de educación pública de nuestro país.
El pasado lunes 29 de agosto regresaron a clases alrededor de 24.5 millones de estudiantes de educación básica y con ello dio inicio el ciclo escolar 2022-2023. Iniciar un nuevo ciclo representa reabrir las puertas a todos los horizontes del pensamiento en investigación, recreación y formación de la cultura. Ello representa una valiosa oportunidad de hacer fructificar, granar y perdurar la espiga de oro de la educación, máxime cuando es primer ciclo escolar que inicia con un 100% de actividad presencial, lo que quiere decir que nuestras niñas, niños y jóvenes tendrán la oportunidad de convivir e interactuar con sus compañeros y de esta forma refrendar su humanidad y valores acogidos en casa.
Bajo ese propósito quiero dirigirme también a los maestros, a los hacedores del conocimiento, baluartes indiscutibles de la formación de cientos de generaciones. Su trabajo es un pilar indispensable en los procesos de transmisión y formación educativa ya que en su quehacer se ejerce la voz del pensamiento. Ustedes son la luz, guía, derrotero y cauce de todos los anhelos de la patria. Sus palabras importan, pero sus actos influyen.
Es en el salón de clases donde nace la profesión que es origen de todas las profesiones, noble por su misión, grande por su trascendendencia, necesaria por su alcance. Honrarlos nos honra definitivamente a todos, porque son guías solidarios, voluntariosos que destinan de su tiempo para ayudar a otra persona a entender; por ello mi reconocimiento y profundo agradecimiento a su importante labor.
La revolución de hoy es educativa; ser revolucionario significa transformar con voluntad y disciplina, armado de conocimiento. La educación no es un paliativo que maquilla los males sociales; la educación es cura de los grandes problemas nacionales, es un completo igualador social. La educación de hoy requiere a los sabios, a los artistas, pero a condición de que el saber y el arte sirvan para mejorar la condición de los hombres. Las coincidencias positivas de la historia están destinadas para quienes enarbolan con su actuar los más altos ideales de la juventud, y sin lugar a dudas, del más alto compromiso y amor por México. ¡Mucho éxito a todas y a todos!