¿Quién en la ciudad capital del Estado de México no ha sido víctima, o conoce a alguien cercano ya sea amigo, vecino o familiar, de la delincuencia?
La ciudad de Toluca, hasta hace unos cuantos años daba la impresión de ser un pueblo grande, con ese olor a provincia y tranquilidad, a pesar de que después del temblor que sacudió a la Ciudad de México en 1985 muchos capitalinos decidieron radicar en ella o en los municipios vecinos, por la comodidad que representa la cercanía con la capital del país.
Los “chilangos” de inmediato encontraron acomodo y con el paso de los años se acostumbraron a la forma de vida de los toluqueños, que tal vez en razón del frío que impera en la zona, independientemente de la estación del año, su gente es más reservada, salvo algunas excepciones, pero en términos generales “la bella” guardaba quietud y tranquilidad pasadas las nueve de la noche.
No obstante, esa cercanía con la Ciudad de México ha ocasionado que más personas busquen instalarse en la ciudad o en los lugares próximos a ella, así como en su momento ocurrió en la zona metropolitana de la Ciudad de México, lo que ocasionó un gran crecimiento de la mancha urbana, que ahora amenaza con extenderse a Querétaro y Puebla, entre otras opciones para los capitalinos.
Sin embargo, al mismo tiempo que hay quienes decidieron hacerlo por motivos laborales o por convenir a la comodidad que les representó la distancia, también quienes desafortunadamente se dedican a delinquir, aprovechando el hecho de que pueden ocultare al cobijo que les da escabullirse entre una multitud, porque ahora en las calles de la capital de la entidad mexiquense transitan multitudes, razón que facilita y en consecuencia permite el aumento de las actividades delictivas.
El incremento de la población propicia una serie de adecuaciones y cambios que tienen que hacer las autoridades para dotar de servicios y seguridad a la cada vez más grande comunidad; es precisamente el tema de la seguridad de las que más complica su atención. El actuar de los cuerpos de seguridad para identificar y perseguir a los delincuentes encuentra el problema que ocasiona la complicidad involuntaria de las miles de personas que transitan en suelo de la capital mexiquense.
La delincuencia no distingue posición social, raza o credo, arremete por igual y puede cometer sus delitos en cualquier parte, ya sea en el autobús, en la calle, en la tienda, en el domicilio o en cualquier parte, ya sea de día o de noche; con ello, parece imposible que los cuerpos de seguridad logren abarcar tanto con tan poco. No es un secreto que históricamente la delincuencia cuenta con mejor armamento y equipo; por eso, el apoyo de las fuerzas armadas a solicitud del ejecutivo estatal, nivela de alguna manera estas condiciones desfavorables.
Pero no es suficiente, de acuerdo al INEGI el 80% de la población en México se siente insegura, y no tendría porque ser diferente en Toluca, puede ser por ello que los antiguos residentes de esta ciudad lo piensen para salir por la noche o caminar por calles poco transitadas; sin embargo, no hacerlo no quiere decir que con esta acción se acabe el peligro, pues a la delincuencia es una de las cosas que les viene valiendo un cacahuate.
Aun con todo esto, falta “lo mejor”, la decisión del afectado de dirigirse a la Fiscalía General de Justicia a iniciar su demanda correspondiente, porque se trata de un auténtico viacrucis, pues son horas las que un ciudadano debe esperar para ser atendido, muchas horas; es llenarse de paciencia para conservar la calma en la espera. El aburrimiento y desesperación se apoderan del más tolerante.
Aunque en la lista de espera pueden encontrarse tan sólo dos personas antes, no significa que pronto le tocará su turno para pasar con el agente del Ministerio Público y explicar lo sucedido, y en consecuencia se inicie la investigación correspondiente, esto sucede hasta después de seis horas, si bien le va, para que pueda ser escuchado y por ende, atendido.
¿A qué se debe todo esto? Cuando se decidió sistematizar las actividades en la Procuraduría General de Justicia, ahora Fiscalía General, la intención fue la de abatir el tiempo de espera, hacer más ágil el procedimiento, para que en corto tiempo un usuario del servicio pudiera ser atendido sin tardanza y desde luego, ofrecer un mejor servicio.
No hace mucho tiempo, aunque en la era de la tecnología cinco o diez años representa una eternidad, las denuncias se iniciaban por medio de máquinas de escribir, que eran aquellos enormes aparatos, con teclado duro, que sacaban callos de tanto golpetear las teclas, pero había más denuncias por atender o así parecía, porque el Ministerio Público atendía todo tipo de asuntos penales; la diferencia es que ahora, se supone, hay personal para cada tipo de delito en particular, pero el tiempo de espera era mucho menor al de ahora, ¿qué sucedió? ¿Cómo pudo la tecnología sabotear el tiempo de espera?
Por supuesto que no es la tecnología, pues es una herramienta que en principio debe, o debería resolver el problema del tiempo de atención al público, no es para hacer lo contrario, se trata simple y sencillamente de organización. Actualmente el personal ministerial tiene que multiplicarse, se aumentaron áreas y obligaciones pero no así el personal capacitado para operar; debe aceptarse que no estamos hablando de máquinas, sino de personas que acumulan muchas tareas y que por necesidad, deben multiplicarse.
Razón más que suficiente para considerar una efectiva capacitación del personal que ahí labora, en especial, para muchos nuevos empleados que creen que lo saben todo y por lo mismo es inaceptable que sean asignados a puestos de dirigencia, pues demuestran que no tienen la menor idea de qué es lo que se requiere para el buen desempeño de sus funciones, y que éstas se traduzcan en un mejor resultado para la gente que acude a esa institución.
Mucho se ha presumido que los jóvenes tienen mejor habilidad para desempeñar las actividades propias de esta sensible responsabilidad, pero no se trata de juventud, se trata de encontrar a quien cuente con un perfil adecuado que pueda resolver un conflicto, con aptitud y actitud, que son cualidades que no se encuentran en un catálogo, y parece ser que quienes se encuentran a cargo de la selección del personal no lo saben, o no les interesa, sin embargo, lo principal siempre ha sido, es y será, la correcta y amable atención a quien busca el servicio de procuración de justicia.
Mientras tanto, la delincuencia continúa adueñándose de las calles y de las vidas de los ciudadanos, utilizando su mejor herramienta, el miedo, para someter a su víctima y obtener lo que pretende, bajo la amenaza de herir o matar en caso de no obtener lo que exige.
Aún con ello, hay los que prefieren retirarse y deciden no iniciar su denuncia, para no perder todo un día en la sala de espera de la Agencia del Ministerio Público, con la idea de comprar un teléfono barato, o llevar consigo la menor cantidad de dinero posible, para no perder tanto en la próxima vez que vuelva a ser víctima de algún delincuente.