Los presidentes de la República de las últimas cuatro décadas podrían disputarse el título de “El sonámbulo Incomprendido”, esto luego de haber actuado como políticos de supuestos altos vuelos cuando en realidad fueron víctimas de sus propios delirios oníricos, sueños no exentos de perversidad.
Obligado mini-recuento: la “renovación moral” no fue más que parte de la actual escuela del encubrimiento, el conflicto de interés y el fraude y, acto seguido, antes de que pisáramos el primer mundo prometido por los adictos al neoliberalismo ya teníamos los dos pies fuera.
Lo anterior, no tanto por la impostura de falsos insurgentes encapuchados sino por los efectos del saqueo que tuvo su momento culminante en ese inverecundo robo de consecuencias eternas, llamado Fobaproa -hoy IPAB-, con cargo a la infeliz generación “Fobaproa” matizada con el alcahuete remoquete generacional de “millenials”.
También, más falso no pudo ser el prometido bienestar para tu familia, así como el cambio con un gobierno emanado de un partido distinto, pero que igual se mostró como una pieza más del régimen.
Además, “Vivir mejor” fue en realidad “Morir mejor”, con fosas clandestinas para no pagar lote o refrendo, y miles de cadáveres que hoy siguen difundiendo su muerte a manera de revancha contra la hipocresía prohibicionista de las drogas, negocio redondo para criminales en lo oscurito y en el ámbito oficial.
“Mover a México”, del actual sexenio, ha resultado un acertijo hasta para los propios representantes del poder público, esto luego de que empresarios lanzaran la lapidaria conclusión del “estancamiento estabilizador” como programa gobierno, es decir, una economía que no sólo no levanta ni sospechas, sino que genera miseria a escalas vergonzantes en un país de abundantes recursos, rico quizás por maldición.
Total, que moverse para atrás o a tontas y locas debe considerarse sólo como un punto para alzar el vuelo, según los promoventes.
A todo esto que con cierta tersura se podría denominar “La paradoja del Ogro Salvaje”, esa que buscando el bien termina por lograr el mal, guarda más bien cierto parecido con aquella teoría del “efecto del centésimo mono”, pero no por el supuesto comportamiento aprendido de un grupo de monos propagado hacia otro grupo de primates, lavando patatas, como se dijo, sino por las seudociencias, en este caso tanto económica como política, que están detrás, más en los terrenos de lo “paranormal”, de lo fantasmático, que de lo real.
Todo un sistema de creencias, propio de la moda ”New Age” con sus corrientes místicas, ocultistas, neopaganas y supersticiosas, pasado como producto de esfuerzos científicos e intelectuales en laboratorios y universidades al servicio de la sociedad, vía gobierno: las fuerzas benignas del mercado, “la mano invisible” y un largo rosario que se vuelve en su contra, divorciado de los hechos.
Pero hoy como ayer, se reprocha a la sociedad su “incomprensión” ante supuestos logros, metas alcanzadas casi piel de por medio, como si la realidad no existiera.
No se le grita malagradecida abiertamente, tal vez sólo para no contrariar a los sondeos de repulsa casi generalizada, y se le censura su antipatriotismo cibernético-irritante, ello debido a que en el exterior se reconocen avances, siempre basados en “cifras, números, estadísticas… la realidad”.
Pues sí, algunos autores han llegado a la conclusión de que hipótesis, suposiciones, dogmas, premisas, supersticiones y esperanzas son más reales que la realidad.