Ni una más, para que no sea ni una menos. Brilla siempre, Lucero

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Publicado en Opinión

Ni una más, para que no sea ni una menos. Brilla siempre, Lucero

Miércoles, 19 Octubre 2022 00:55 Escrito por 
Jorge Olvera García Jorge Olvera García Inventario

Te han asesinado.

No fue tu culpa, sólo habías bailado.

Mujer, niña, adolescente, sin ninguna pena sólo te asesinaron. 

La vida es injusta, la ley también.

Es increíble creer que, por tratar de divertirte, terminaste violada, asfixiada y sin risa. 

Sólo la tierra abstrajo tu naturaleza.

No por tu vestimenta.

No por tu piel.

No por reír.

No por bailar.

No por tu raza.

Ni mucho menos por tu edad.

Sólo por ser mujer te arrebataron.

No es posible que la sociedad tenga la mejor tecnología, pero en feminicidios todo sea:

"nadie vio", "nadie lo creyó", "mira cómo iba", "ella se lo buscó".

Falta una verdadera justicia, aniquilar una mente tan machista, con tan poca fe en la vida pues, mujer, eres la vida misma.

Eres una más que dejó de reír, llorar, bailar, vivir y soñar. 

¿Qué más esperamos para detener esto? ¿Que sea tu hija? ¿Una hermana? ¿Una tía? ¿Una amiga?

Agustina, te fuiste sin vivir tus sueños, te faltó vivir todo, 17 años eran pocos, ahora sólo quedan un hueco, tu recuerdo y tu caso incompleto...

 

Este es el poema titulado: “Agustina”, escrito por Jenny Palacios, mujer argentina, activista, feminista y luchadora social que, como una chispa encendida nos recuerda que las víctimas nunca, pero nunca, en ningún caso, serán las culpables. Agustina tiene muchos nombres, ayer se llamaba Camila, Fatima, Lupita, Debanhi y recientemente tuvo lugar en el nombre de Lucero. Qué más tiene que suceder para decir: ¡Basta! La injusticia, la insensibilidad y la complicidad de la sociedad en medio del horror. Lucero es aquella luz que nos ilumina el pecho de tristeza, pero también de esperanza, cuyo clamor no descansará hasta que no vuelva a existir un caso más, ni uno más, ninguno más.

Hago mías las palabras de Eduardo Galeano, el poeta uruguayo, el prolífico escritor y magnifico pensador quien decía: “Ojalá podamos tener el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos. Ojalá podamos ser desobedientes, cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia o violan nuestro sentido común. Ojalá podamos merecer que nos llamen locos, como han sido llamadas locas las Madres de Plaza de Mayo, por cometer la locura de negarnos a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria”.

Estamos tristes; estamos devastados; estamos apenados y furiosos porque la muerte de Lucero, quien era estudiante de la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma del Estado de México, es la muerte de todos. Su ausencia duele, pero la insensibilidad acongoja. Aquella donde la vida parece que no tiene sentido, donde todos, absolutamente todos somos responsables al formar parte del núcleo social de donde nacemos y al cual nos debemos. Hace falta ser humanos, parece una obviedad, pero no lo es, el hecho de asesinar a una persona de forma tan salvaje, cruel y violenta por el hecho de cumplir con un reto virtual debe llamar con urgencia a la reflexión.

No podemos ser pasivos ante la intransigencia, no podemos llamarnos al silencio. No podemos ni debemos permitir que se confunda la libertad con libertinaje, los padres, como así lo he manifestado, son actores fundamentales en el desarrollo de la existencia de cientos, miles de jóvenes que tienen acceso a internet sin alguna cortapisa que les enseñé cuales son los límites del contenido que existe en el infinito universo del internet. Hoy las armas no son físicas, hoy son virtuales y cautelosas, no se perciben hasta que suceden tragedias como esta.

Quien suscribe esta columna ha sido testigo de las terribles y lamentables consecuencias de la insensibilidad a la cual hemos llegado, durante mi administración como Rector de nuestra máxima casa de estudios, ocurrió un hecho lamentable en el plantel Nezahualcóyotl, donde un alumno agresor atentó de manera física en contra de sus compañeros, más tarde, en el curso de las investigaciones se supo que dicho joven actuó por influencia de un reto viral que comenzó a popularizarse en redes sociales y que fue copiada en Monterrey, Nuevo León, por un niño, replicador de la misma, que desafortunadamente murió a causa de un suicidio luego de asesinar a sus compañeros de clase, el Estado humano está siendo defenestrado de nuestra existencia y no lo debemos permitir.

Es oportuno reconocer la intervención inmediata del Sr. Rector de nuestra Universidad quien, vale decirlo, se ha conducido con sensibilidad, respeto y ha actuado de forma inmediata y oportuna, el cual, a través de un comunicado enérgico, condenó los hechos a la par de dar instrucciones para atender el ciberacoso. Es un fiel representante de todos los universitarios quienes vemos en su capacidad un actor eficiente, capaz y congruente con los postulados de la máxima Casa de Estudios. No queda más que reconocer sus esfuerzos y de la alcaldesa quien, en todo momento ha estado al pendiente del curso de las investigaciones.

Duele el delito, pero duele más la pasividad. No queremos que las mujeres sigan viendo que la muerte es el tema cotidiano de la vida, no perdamos la capacidad de asombro ni de horror ante los proyectiles que cegan la vida, que acaban con la ilusión de las que piensan, de las que sienten, de las que aman. “Educa a los niños y no será necesario castigar a los hombres”, decía Pitágoras. Nos negamos a anidar la violencia feminicida en nuestra sociedad. Nos negamos rotundamente a padecerla, a admitirla siquiera como una posibilidad. Rechazamos de forma categórica estos actos.

Que la muerte de Lucero no quede en vano. Culmino con las palabras de una de las feministas más sororas de la historia, Eleanor Roosevelt, mujer impulsora de la Declaración Universal de los Derechos humanos: ¿Dónde comienzan los derechos humanos universales? En lugares minúsculos, muy cerca de casa. Son tan cercanos y tan pequeños esos sitios que no son visibles en ningún mapa del mundo. Aun así, conforman el mundo de toda persona: el vecindario en el que vive, la escuela o universidad a la que asiste; la fábrica, granja u oficina donde trabaja. Estos son los lugares donde cada hombre, mujer y niño busca la igualdad de justicia, la igualdad de oportunidad y la igualdad de dignidad sin discriminación. A no ser que estos derechos tengan significado en estos lugares, no tendrán significado en ningún otro lado. Sin la acción concertada de la ciudadanía para defenderlos cerca del hogar, buscaremos en vano su progreso en el resto del mundo".

¡Ni una más para que no sea ninguna menos! ¡Es hasta aquí y es ahora! Brilla siempre, Lucero.

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