Al más viejo estilo priista, el pasado domingo 27 de este mes, marcharon al lado del presidente López Obrador “para celebrar 4 años de gobierno de la 4T”. La marcha de la locura la encabezaron junto con AMLO, Jesús Ramírez, su influyente jefe de comunicación, y los aspirantes más visibles de Morena a sucederlo, Adán Augusto López, Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum.
Una verdadera mascarada acompañó al tirano que dividió su espectáculo en dos arenas: la marcha desde el Ángel de la Independencia que nunca llenó las calles como en la anterior marcha ciudadana de hace 15 días por la defensa del INE, y la concentración a plaza llena en el Zócalo, lo que se pagó con la contribución de servidores públicos, gobernadores, presidentes municipales de Morena, vamos con recursos públicos además de los provenientes de otros grupos y madres de familias de las escuelas a quienes les pasaron la charola a fin de cubrir los gastos de los asistentes que se estiman en 1.2 millones de personas, de acuerdo con cifras de la jefa de gobierno de la CDMX a quienes se les dio cena, desayuno y comida, transporte, hospedaje y un apoyo económico que en suma, de acuerdo con la estimación del periodista Darío Celis ascendió a mil 870 millones de pesos.
López Obrador está enfermo de hibris –enfermedad del poder-, además de ser un cardiópata de riesgo. Expuso su salud física con cuatro horas de caminata bajo el sol y en medio de la multitud, y una y media horas de mitin en el Zócalo, lo que soportó con el suero del poder, mientras el país se desangra a manos del crimen organizado permitido; pero el tirano necesitaba la contramarcha, a sabiendas que muchos de los asistentes eran pagados.
Es previsible que los médicos que atienden al presidente han de estar preocupados por su estado de salud. No podemos olvidar que tiene stents en sus arterias, que es hipertenso y que ha tenido infarto y su corazón está frágil. Los próximos días cuando la adrenalina baje y las consecuencias del desgaste se tengan que pagar, los médicos tendrán que estar muy atentos.
AMLO llamó a su discurso-informe en el Zócalo, un modelo de gobierno de “humanismo mexicano”, la nueva definición filosófica de AMLO del humanismo. Inaudito. Se le inscribirá entre los filósofos de nuestra América y de nuestro tiempo.
Nuevamente se pagó el espectáculo del poder con los impuestos que paga la disminuida clase media.
