El escritor japonés Heike Monogatari, hablaba del “Yokai”, un espíritu, un duende que se ocultaba en los drenajes… Lo describía en su obra “La historia de Tesso”, un poema épico que narraba la existencia de Tesso, una rata demoníaca que podía crecer hasta el tamaño de una persona adulta con garras de hierro. Este tipo de historias también las refirió el novelista Brad Steiger, narrador de relatos mitológicos sobre licántropos y criaturas sobrenaturales, quien mencionaba que en el estado de Oregón, muchas personas avistaron en alcantarillas a “hombres rata”…
En ese cosmos de quimeras e imaginaciones, los retratos que describían en sus novelas estos y otros tantos escribanos, son una realidad en numerosas ciudades del orbe. Mire –explica el periodista mientras sorbe de su ponche endulzado con piloncillo-, durante mi paso laboral por el SAT, al salir por la noche de la oficina –que se ubicaba en la avenida Hidalgo, en la colonia Guerrero-, observaba como repentinamente aparecían niños y adolescentes, de ambos sexos, llevando en la mano una botella de agua para limpiar el parabrisas a cambio de alguna moneda. Era imposible no verlos, parados en cada esquina, pidiendo limosna, vendiendo chicles, dulces o baratijas. Algunos llevando en la mano su “mona” para inhalar. Su aparición repentina ocurría al abandonar las alcantarillas para incorporarse al anochecer callejero.
Ahí, en los drenajes que a veces se inundan, habitan estos “niños de la calle”, “los niños rata”... Son, en su mayoría, indígenas o infantes que fueron maltratados, golpeados o abusados sexualmente por padres alcohólicos o drogadictos que los explotaban e incluso, vendían. Duermen en la oscuridad, teniendo como cama, cartones y cobijas; por luz, velas; y por comida, droga, “monas” y si les va bien, algún cigarro. Así inhiben el hambre e imaginan suculentos alimentos. Habitan los drenajes desde pequeños, quizá apenas llegaron con unos 8 ó 9 años de edad. Todos saben de su existencia pero, nadie quiere verlos. Y mientras, sin servicios médicos, procrean entre ellos y, sin nadie que los proteja, son blancos de la delincuencia para prostituirlos, convertirlos en dealer’s e incluso en asaltantes o sicarios.
Ni idea de cuántos son
En 1995, la UNICEF y el gobierno de la Ciudad de México, realizaron un censo sobre ellos. Contabilizaron 13 mil 373 niñas y niños viviendo en las calles. El 77 por ciento eran menores de 16 años. Algo así como 10 mil 300. El Instituto de Asistencia e Integración Social del DF, realizó otro censo de población callejera entre 2011 y 2012, que registró a 4 mil personas, de las que, 273 eran niños. Sin embargo, tales datos, por su origen gubernamental, parecían sesgados. Solo mostraban información de quienes atendían en sus albergues. En el 2021, el SIPINNA, (Sistema de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes) reconoció la inexistencia de datos precisos, por lo que ya trabaja en un proceso que supere las inconsistencias para identificar por igual a niños trabajadores y a niños callejeros.
Violencia y muerte
Mientras, ahí siguen, viven y mueren en las calles. De acuerdo con el propio SIPINNA, las principales causas de muerte entre “los niños rata” son: atropellamientos, homicidios, enfermedades y consumo de drogas.
Su sola presencia, sucios y drogados, espanta a la gente. Se alejan de ellos y solo tienen contacto con organizaciones que les obsequian ropa y comida, pero que fracasan en su intención de canalizarlos a albergues para impartirles educación. Y es que ellos, los de rostros sucios y desarrapados, han preferido la calle y la inmundicia. Son su propia familia y adoptaron por hogar, las cloacas… Tristemente… Mi twiter @raulmandujano