Qatar 2022 ha sido un mundial particular, nunca antes en la historia de los mundiales se había utilizado al fútbol como antesala, como termómetro y caja de resonancia de los fenómenos que suceden en el mundo. Por principio de cuentas habría que recordar la cuestionada elección de este país árabe como sede del máximo acontecimiento que cada cuatro años paraliza y estremece al mundo. Al margen de eso, no perdamos de vista lo esencial de este deporte que es la identidad que une y convoca a todos por igual sin distinción de raza, género, condición social o nivel sociopolítico de una nación u otra.
Este será el mundial donde recordaremos el que muy seguramente puede ser el último baile de dos competidores de altísimo nivel como Cristiano Ronaldo o Lionel Messi, pero también será el mundial donde recordaremos la osadía, la irreverencia, la capacidad y el talento futbolístico de la próxima estrella que brillará con luz propia durante la siguiente década como lo es Kylian Mbappe.
Decía César Luís Menotti que en los mundiales existen tres categorías: los protagonistas, los competidores y los participantes. Nuestro país, una nación claramente futbolera transita en el que parece ser el eterno camino de los competidores, ese trazo claro, genuino y contundente que nos divide de los protagonistas, lugar de privilegio donde solamente se encuentra la pasión de los argentinos por la pelota, la elegancia de los franceses, la caballerosidad de los ingleses, el joga bonito de los brasileños o la disciplina de los alemanes que ven en este deporte una expresión de lo que parece ser su propia cultura.
Que hermosa es la capacidad humana que tenemos de emocionarnos humilde y honestamente, sin envidia, sin egoísmo, sin soberbia, por la alegría de los demás. Debo decir que pocas cosas me emocionan tanto como el futbol, por ello, estoy disfrutando cada segundo de Messi, porque como decía el excampeón del mundo Jorge Valdano en una reciente entrevista: “quien no quiere a Messi, no quiere al futbol” y coincido totalmente, es su mejor mundial, es Gardel en la cancha, es el Messi más Maradoneano de todos y no solo ha dado a los argentinos un sentido de identidad, sino también de evasión, vemos pureza en su juego y le llamamos poesía, ese pase contra Holanda es extraordinario y lo recordaremos siempre. Ese es Lionel Andrés Messi, el genio, el distinto, porque si existe una suerte de Dios o justicia en el fútbol, no puede retirarse sin un mundial en su haber, ya que eso lo colocaría en el olimpo de todos junto a otras pleitesías como Zidane, Beckenbahuer, Maradona, Ronaldo o Pele.
Al margen del genio al cual me referí, es un mundial poco lucido como dijo Carlo Ancelotti, Qatar por más que quiera no transmite ese fue sagrado que mundiales anteriores nos ha dado, es artificial como artificial es todo lo que habita ahí.
Pero el futbol es más importante que todo eso por jugadores como Modric que, es una oda a lo que todo mediocampista debe pensar, planear y ejecutar, es el ejemplo del mediocampista perfecto, el manual hecho persona, no exagero cuando afirmo que es, tal vez, el mejor mediocentro de los últimos 20 años con diferencia.
La globalización es lo que le permitió a Asia, África y Qatar tener su primer mundial, pero también es la que ha quitado identidad. Hoy se juega a un toque, por mucho a dos, todo mundo quiere ser el Barcelona, pero nos hemos olvidado de nosotros mismos, se precia más el resultado que el propio juego y no está mal porque hoy Marruecos, primer seleccionado africano en llegar a semifinales en la historia de un mundial, juega como el Inter, a lo Boca, con el cuchillo entre los dientes y le ha salido, el sueño de Gerardo Martino.
A Argentina le han sacado el tango para escuchar rap, a Brasil la genialidad y la excelencia por jugadores buenos, pero no tan buenos como antes, a Holanda le quitaron a Cruyff y optaron por el pelotazo como primer recurso, no hay gambetas ni fantasías, mucho barro y poca vistosidad, mucha fuerza, poco toque, es más importante no perder la pelota que arriesgarla para mejorar la jugada, ahora el fútbol se aprende en las escuelas y no en las calles y la calle cuida siempre al diferente, de ahí salió Ronaldinho, Riquelme, Benzema porque de ahí sale la inventiva, el genio, el baile, ese que sobresale en los mundiales.
Se acerca el final de este Mundial que quedará en los anales de la historia, de nosotros dependerá recordar en mayor o menor medida sus implicaciones. Pase lo que pase hay que disfrutar porque no sabemos cuándo puede ser nuestro último mundial. ¡Que viva el fútbol!