¿Alguna vez se les ha ocurrido preguntarse cómo hacen campaña los populistas? Porque justo en este periodo de intercampaña, cuando los partidos preparan sus cuadros y estrategias para la campaña como tal, les propongo nos aventuremos a vislumbrar qué nos depara el proceso en marcha.
En los párrafos sucesivos tomaré algunos conceptos que Rodrigo Castro Cornejo, Sandra Ley y Ulises Beltrán definieron en un paper denominado “Enojo, identidad partidista y la activación populista del electorado en México”. Bien vale la pena citar las fuentes porque no quiero cometer los plagios que hasta una Ministra de la Corte consumó en sus tesis. Yo prefiero citar la fuente de algunas ideas que comparto con estos autores y respetar sus voces.
Castro, Ley y Beltrán nos dicen que para activar a sus votantes los populistas requieren de un contexto nacional donde los potenciales electores se sientan agraviados por diversas circunstancias. Es el caso del presidente quien cada vez que puede arremete lo mismo contra periodistas, ministros, neoliberales, conservadores y oligarcas que contra los asistentes a diversas marchas que no son en su apoyo. Tampoco se salvan las/os políticas/os ambiciosas/os que le facilitan magnificar los agravios para que las/os electoras/es respondan a la retórica populista y su enojo se traduzca en apoyo electoral.
La retórica (el discurso) populista toma en cuenta la predisposición política existente, en otras palabras, dado que desconfiamos de los gobiernos y los partidos tradicionales, utiliza esos elementos para denominarle “nuestro movimiento” para no identificarse como partido (que no los son, dicho sea de paso). Así, en 2018, muchas/os votantes independientes se sintieron atraídas/os por este discurso que provocó la movilización masiva de las/os electoras/es hacia el movimiento que no era partido.
El populismo se entiende de manera sencilla, nos dice Laclau filósofo y teórico político, porque es necesaria la creación de un sujeto, a partir de demandas populares, para que surja. Trato de explicarme. Un/a ciudadano/a, en una comunidad cualquiera pudiera tener una demanda específica y otro/a ciudadano/a en otra localidad, otra demanda diversa. Son demandas hechas por sujetos democráticos. Sin embargo, cuando frente a estas demandas sólo hay la incapacidad institucional para satisfacerlas, el líder populista las retoma y las convierte en demandas de equivalencia. Entonces los sujetos democráticos se tornan sujetos populares. Y aparece una frontera interna entre los sujetos populares (pueblo), apoyados en supuestos antiestablishment o antistatus quo, y quienes no han sido capaces de atender sus demandas, que genera dos polos opuestos.
En esta lógica ideacional el populismo tiene tres elementos indispensables: 1. Cosmogonía maniquea (tendencia a reducir la realidad a una oposición entre lo bueno y lo malo) y moral; 2. La proclamación del pueblo en una comunidad homogénea y virtuosa y 3. La representación de la élite corrupta y egoísta que se sirve a sí misma.
En este tenor de ideas veremos en nuestro estado una candidata de Morena, más bien a su equipo de asesores porque difícilmente la dejarán tomar decisiones, que para activar sus votos llevarán a cabo acciones diversas, entre otras:
1) Generar un espacio público dividido y confrontado entre el pueblo bueno y la élite perversa.
2) Unir demandas y agravios en torno al ente que llama pueblo. Aunque la solución a las demandas sea irreal e inalcanzable, lo importante es que sus fans crean que es posible solucionarlas fácilmente.
3) Imputará el fracaso del actual gobierno federal a los opositores para crear la percepción de que ellos no fallan y nunca admitirá un error o su participación en la falta de éxito de algunas acciones en las que creían cuando eran oposición y ahora, como gobierno, tratan de imponer lo contrario.
4) En el mismo sentido del punto anterior y para ponerle “nombre y apellido” al enemigo, presentará a la élite política como coludida con otros “malosos” contra el pueblo. Así, en su narrativa, los males que este gobierno no puede o no quiere resolver, como la inseguridad, deben ser imputados a los anteriores gobiernos, sin importar que los presuntos delitos hayan prescrito.
5) El déficit de representación que puedan tener las/os ciudadanas/os (que no son pueblo) debe ser mantenido. No importa si se logra a través de injurias o calumnias, lo importante es que se les vea como las/os causantes de todos los males.
6) Los populistas necesitan evidenciar y magnificar escándalos del mal comportamiento de sus opositores. Da lo mismo si son ciudadanas/os honestas/os o políticas/os del pasado. Los acusan aún sin tener fundamento legal para crear culpables a quienes el pueblo bueno pueda perseguir.
7) Es necesario presentar a los partidos políticos como debilitados sin presencia y sin argumentos. Hemos escuchado, al presidente y a sus seguidores, decir que están moralmente derrotados, como toda la clase política.
8) Así la idea de que esta masa amorfa necesita de un líder fuerte ante el cual rendirá su voluntad será más que evidente. En el movimiento populista no existen disidentes ni voces de advertencia ante los errores. Todo se reduce a la voluntad absoluta del líder, de hecho, no harán campaña por su candidata seguirán en la búsqueda de votos para López.
Mientras esto sucede preparemos nuestras mejores armas como diría Manuel Gómez Morín: “las ideas y los valores del alma, son nuestras únicas armas; no tenemos otras, pero tampoco las hay mejores”. Mantengámonos “firmes y dignos” para dar la batalla y seamos cuidadosos con la información que compartimos. No creamos sus mentiras, no reproduzcamos sus ataques sin fundamento y no imitemos sus comportamientos.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.