Hoy hablaremos sobre los positivistas en Toluca durante el siglo XIX y principios del siglo XX, en nuestra Toluca con su risa de muchacha cortejada por brillantes legiones de donceles es la que vemos hecha espuma al pasar por el monte de las cruces, en este siglo con gusto europeo y a la vez moderno revelaban sus construcciones todas limpias y elegantes.
Los positivistas mexicanos o científicos ejercieron una gran influencia en la orientación política y administrativa del gobierno porfirista, ello se debe a que muchos de ellos ascendieron a los más altos niveles de la burocracia y de la escala social convirtiéndose en importantes asesores de don Porfirio Díaz.
Cabe mencionar que el padre del positivismo fue el pensador francés Augusto Comte (1798-1857), fundador de la filosofía positivista y uno de los herederos intelectuales directos de las ideas promulgadas por la ilustración en lo concerniente a asumir la importancia radical de la ciencia empírica-formal como único modelo válido de conocimiento.
El positivismo es una corriente filosófica que sostiene que el conocimiento científico es el único conocimiento auténtico. Representa una actitud crítica hacia la filosofía tradicional, en especial a la metafísica y la ontología.
Heredero del empirismo y la epistemología, el positivismo nació a mediados del siglo XIX y se consolidó a partir del pensamiento de Henri Saint-Simon (1760-1825) y Augusto Comte, sosteniendo que el único conocimiento autentico al que puede se puede aspirar es el que surge de la aplicación del método científico.
Para el positivismo hay dos tipos de conocimiento genuino:
- Conocimiento positivo. Es el conocimiento dado a posteriori, y se deriva exclusivamente de la experiencia natural, sus propiedades y relaciones.
- Conocimiento verdadero por definición. Es el conocimiento analítico y tautológico, y se desprende de premisas anteriores ya consideradas verdaderas. Es independiente a la experiencia.
Sin embargo, las limitaciones propias de esta perspectiva generaron una reacción negativa conocida como antipositivismo o negativismo, que negó el uso del método científico en las ciencias sociales. A la larga este rechazo permitió el surgimiento de enfoques de investigación cualitativos y no exclusivamente cuantitativos, como era más común en el positivismo.
El surgimiento del positivismo en México, la oración cívica que Gabino Barreda pronunció en 1867 en Guanajuato con motivo de la conmemoración del Grito de Dolores bien pudo considerarse el discurso fundador del positivismo en nuestro México.
En una breve reseña como la que ahora intentamos ahondar, no es posible agotar la materia como ya lo vieron, ni están todos los que son, ni son todos los que están.
La influencia del doctor Barreda en la enseñanza fue muy importante pues Juárez lo puso, una vez que triunfaron las armas republicanas, al frente de la Escuela Nacional Preparatoria que irradio hacia los cuatro puntos cardinales, pero de manera especial hacia nuestra bella Toluca.
La presencia de Juan N. Miramontes, que había sido estudiante de medicina y, como tal, alumno de Barreda, se hizo sentir en el patrocinio que dio a los que profesaban la nueva filosofía positivista, tan odiada por el clero católico. Pero regresó a Toluca don Juan B. Garza, que no pudo, por alguna razón, terminar sus estudios de medicina; se confesó siempre adepto del positivismo.
En México había sido amigo de Manuel Acuña, víctima, entre otras cosas, de esa filosofía pesimista y escéptica que en Comte encarnó.
En el año de 1904 el vate Garza, como era conocido más comúnmente el ameritado maestro institutense, provocó los rencores de las personas católicas porque en el Salón Rojo del Palacio de Gobierno (obra dirigida por el arquitecto Ramón Rodríguez Arangoiti, hoy en día flamante Palacio de Justicia) había iniciado unas conferencias sobre el positivismo. El periódico El Tiempo, de la ciudad de México, las reprodujo en parte y las reprobó sin piedad.
En El País, Garza comentaba; “No he querido desaprovechar la ocasión que me ofrecéis de hablaros de los principios y doctrinas de la escuela filosófica a que pertenezco y a la que amo, no con el fanatismo de quien sugestionado por sus propias opiniones las convierte en una creencia, en un ideal, sino con el amor tranquilo y sereno que inspira la posesión de una verdad adquirida por el estudio y la reflexión”.
“Pocas habrá, muy poca agregaba el vate Garza de las personas amantes de las labores intelectuales y del desenvolvimiento y desarrollo de los conocimientos humanos, que ignoren lo que es la doctrina filosófica denominada Positivismo”.
Garza explicaba en resumen muy compendioso, las teorías de Comte que lo llevaron a negar cualquier validez científica a los libros santos, a la Biblia. Esta fue precisamente la causa de que el vate recibiera un formidable ataque de críticas e injurias negativas en los periódicos de la ciudad de México, que también censuraron a él gran gobernador estatal José Vicente Villada, que en este año habría de morir (1904).
Otro de los positivistas más ilustres fue el licenciado Andrés Molina Enríquez. Su trabajo sobre la clasificación de las ciencias, un tanto confuso, tiene antecedentes en la obra del francés Edmond Goblot (filósofo y lógico, que formó parte de la escuela francesa de sociología), pero está inspirado en la actitud que Comte adoptó desde antes de 1857.
Molina Enríquez, cuya conducta no ha sido estudiada como lo merece por los intelectuales de Toluca, inspira sus actos en las teorías del Positivismo, tan adecuadas para aquellos liberales que consideraban que el progreso es fatal y que la evolución es la ley de la vida.
Molina fue, por muchos años, maestro del Instituto Literario, y si viviera tal vez habría sentido placer en analizar, los progresos filosóficos de la actualidad, la importancia que tuvo en muchos aspectos de nuestra vida cultural la vida de Comte, que en México tuvo alumnos tan distinguidos como Barreda y como el doctor Porfirio Parra.
Recordemos a estos hombres como un homenaje a Comte y tal vez podríamos involucrar en la profesión de las teorías filosóficas positivistas a un Emilio G. Paz, maestro ilustre de quienes, sin apartarse por completo de la práctica externa del culto religioso, en realidad eran escépticos y no muy ortodoxos cuando de la religión católica se trataba, aunque con ella como el general Fernando González, conservaron buenas relaciones; este lo hizo inducir de las enseñanzas liberales de su maestro don Emilio G. Baz.
A mi consideración podríamos mencionar a otro personaje hijo adoptivo del Estado de México dentro del Positivismo él es Juan Ignacio Paulino Ramírez Calzada nacido en San Miguel el Grande, Guanajuato, el 22 de junio de 1818, desempeñándose como escritor, poeta, periodista, abogado, político e ideólogo liberal mexicano, y es considerado uno de los artífices más importantes del Estado laico mexicano.
Es conocido por su seudónimo periodístico “El Nigromante”; fue el sublime destructor del pasado y el obrero de la Revolución como decía Justo Sierra en la admirable poesía que pronunció en los funerales del eminente republicano.
Formó parte de la Academia de Letras, y en su discurso de ingreso en 1837, pronunció una frase que provocó escándalo: “Dios no existe, las cosas de la naturaleza se sostienen por si mismas”.