En un mundo de violencia, de injusticia y de tiranos, México aporta una guerra muy a la mexicana, con los cárteles de la droga que matan y dominan.
Como siempre, el poder permite, facilita o detiene el actuar de estos grupos criminales que hoy controlan más territorios. En nuestro país las autoridades civiles y militares dicen tenerlos “perfectamente ubicados y controlados”, frente a la embestida del embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, que estuvo en Palacio Nacional junto con los jefes de las agencias de investigación más importantes de ese país para exigir acciones enérgicas que eviten que sigan muriendo jóvenes norteamericanos.
Hoy con un ejército empoderado, la sucesión presidencial en puerta y el Presidente de la República delicado de salud, según se ha dado cuenta, la complejidad que vive el país preocupa.
Los mexicanos trabajadores, mientras tanto, no por indiferencia pero si por claridad se esfuerzan a pesar de la guerra depredadora a sus empresas, empleos, patrimonios y proyectos innovadores que estaban por detonar el progreso del país en beneficio de las nuevas generaciones, hoy están en pausa.
No es indiferencia lo ocurrido en el Centro de Detención de Migrantes de Ciudad Juárez es un deterioro moral a fuerza de ver más sangre e injusticia cada día.
El México de las mujeres y los hombres informados que todos los días se esfuerzan por un país justo, libre y de soluciones se cimbró por la tragedia de los migrantes en Ciudad Juárez y siguen esforzándose para cambiar el estado de cosas, lo hacen por sus hijos y nietos; mientras los aspirantes a candidatos presidenciales no dejan de tejer sus hilos en torno del caballo negro que despacha en Los Pinos al lado de su padre, aprovechando la circunstancia.
