El próximo 4 de junio es trascendental para la vida política y social de México, no se trata únicamente de dos contiendas para elegir al nuevo y nueva gobernadora tanto de Coahuila como del Estado de México, como podría ser en cualquier otro momento.
No. En esta ocasión, está en juego mucho más que dos gubernaturas, está sobre la mesa el inicio de la recuperación de la incipiente democracia del país, o la profundización de lo que pretende imponer el presidente Andrés López Obrador, empecinado en enviar al pasado, el futuro.
Aún en estos momentos, y ante el descaro del que ha sido capaz el inquilino de palacio nacional para ya no intentar siquiera disimular cuál es su pretensión, arrogante se presenta en sus mañaneras para seguir imponiendo su verdad, y con una sarcástica sonrisa presume que está impulsando la democracia, alterna, claro. Para ello cuenta con la posibilidad de ocupar a los medios nacionales a su servicio, que van de la mano de muchos otros que más parecen bichos rastreros que medios.
¿Y?
Ante la falta de argumentos, o el fastidio de la revelación de tanta corrupción que se ha destapado en este gobierno, el mandatario no ha podido silenciar a los medios independientes, tampoco ha podido impedir que Estados Unidos apoye a quienes haciendo uso de la libertad que aún tienen, realicen las denuncias mediáticas correspondientes. Los escasos argumentos del tabasqueño para defender a tanto corrupto, impulsa una nueva forma de hacer frente a los cuestionamientos incómodos. ¿Y?
Bajo estas condiciones, y al ver las habilidades limitadas de la candidata morenista para el gobierno del Estado de México, sería muy inocente creer que la maestra Delfina Gómez administraría a la entidad mexiquense de forma independiente al gobierno federal, ¿Quién puede creerlo? Ni siquiera sus más incondicionales seguidores podrían aceptar tal aseveración. Negarlo, aún parece peor.
La falta de resultados para poder presumir por parte de los candidatos oficiales, particularmente en el estado de México, de forma constante han exagerado en presentar una serie de encuestas que quieren imponer como verdad absoluta, pero no dicen que, en algunas, al escuchar el nombre incorrecto de la elección del ciudadano, cuelgan o hacen como que se les va la señal, de acuerdo a las quejas de varias personas.
No hacer caso a esa sencilla observación, es formar parte inconscientemente de la trampa del oficialismo, insisto, como lo he mencionado anteriormente, es para desalentar a los ciudadanos a votar, para que prefieran hacer algo diferente como lo han hecho otros durante muchos años, o siempre, los llamados abstencionistas; irse de viaje o de paseo antes que asistir a votar.
Es lo que le conviene al partido marrón, entre menos cantidad de personas asista a las urnas el próximo 4 de junio, es mejor para ellos, porque la mayoría de los que sí lo harán serán aquellos que reciben un beneficio de programas sociales o están amenazados de perderlos o perder su empleo; aunque irónicamente la maestra Delfina en sus comerciales diga que eso lo hacen los de enfrente.
Desgraciadamente, para la mayoría de los ciudadanos que no buscan la despensa, o los cien y hasta quinientos pesos a cambio de su voto, se tienen que enfrentar a ese grueso de ciudadanos que no son libres, que emiten el sufragio como pago de un favor, sin pensar siquiera que se trata de la democracia, que al día de hoy se encuentra en peligro.
Bajo ésta fórmula, gana Morena y pierden los ciudadanos. Lo que sí podría significar un cambio para la entidad mexiquense, es que los normalmente llamados abstencionistas, se presenten a votar.
Entre más votos se emitan, menos manejo de cifras y trampas se pueden fabricar, lo malo es que el clientelismo es una herencia del viejo PRI y que hoy persiste más que en cualquier otro momento, y lo seguimos padeciendo, la sujeción a una condición que no es libre, y, por ende, no se permite el análisis, o una reflexión consensuada con su interior.
Ese es México, ese es el estado de México y esa es la forma de hacer política en otros tantos países del mundo, incluidos latinoamericanos. Pero por el momento, no existe consciencia de gran parte de los ciudadanos para transformar esa sorda realidad; la gran mayoría, siempre se va tras un líder, que, aunque les mienta, le creen.
Como consecuencia, esa mayoría se impone, apoyados en el número, y elige a un personaje que no necesariamente es el mejor para el cargo, sino el que más carisma tiene, o cuenta con alguna otra característica banal. De esta forma, aunque el presidente elige colocar de un lado a los que lo siguen a ciegas, llamándolos pueblo bueno, o solovinos, o como sea; están de su parte, a pesar de todos los insultos que les ha dedicado. Los que no lo están, se sienten en desventaja, muy conveniente para el audaz López.
La verdad, no es así, es más poderosa esa gran mayoría que no acepta chantajes del gobierno y que integra a la clase media, aquella que no le gusta a López Obrador por atreverse a pensar distinto, por aspirar a mejor vida. Su fuerza, ya la demostró en dos ocasiones.
La elección en el estado de México principalmente, y en Coahuila, definen el rumbo a seguir, es; una especie de nueva revolución democrática, en la que se puede recuperar el rumbo sin que se utilicen armas o, caer en el abismo de la dictadura, con sus lamentables consecuencias.
México está en la antesala del absolutismo, las reformas constitucionales, la intensión de desaparecer al INAI, al INE, y el ataque constante a la Suprema Corte de Justicia de la Nación lo deberían dejar en claro.