Decían los aztecas que el Maestro es una tea que no humea, una antorcha que ilumina, que señala caminos y dicta horizontes. Pienso que educar es tan grave, como la calamidad de pensar y de aprender, implica responsabilidad, coraje y arrojo; pararse frente un grupo y exponer conocimientos, debatir y aceptar el argumento opuesto; pero, también, educar implica coherencia, rectitud y probidad; te obliga a ser fiel a tu vocación de hombre.
Se le atribuye a José Martí, el gran libertador cubano lo siguiente: “ educar es depositar en el hombre toda la obra humana que le ha antecedido; es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, es ponerlo al nivel de su tiempo, es preparar al hombre para la vida”.
Los maestros son pilares fundamentales en la formación de las generaciones presentes y futuras, moldeando mentes, inculcando valores y despertando el amor por el aprendizaje.
Detrás de cada niño exitoso, hay un maestro apasionado. Son ellos quienes, con dedicación y paciencia, desempeñan una labor crucial en el desarrollo intelectual y emocional de sus alumnos. Su tarea va más allá de transmitir conocimientos; son guías, modelos a seguir y fuentes de inspiración.
Los maestros tienen el poder de abrir puertas, de encender la chispa del descubrimiento y de motivar a los jóvenes a alcanzar su máximo potencial.
Su labor no solo se limita a la enseñanza académica, también tienen un papel fundamental en la educación en valores, en la promoción de la diversidad y la inclusión, y en la formación de ciudadanos responsables y conscientes.
En este Día del Maestro, extendamos nuestro agradecimiento a todos aquellos hombres y mujeres que dedican su vida a la noble tarea de enseñar. Son ellos quienes forman los cimientos de un futuro prometedor, quienes forjan líderes y ciudadanos responsables. Celebremos a los maestros y recordemos que su labor es un regalo invaluable que debemos atesorar y apoyar en todo momento.
Ser maestro enmarca una misión trascendental porque forma a los demás profesionistas que a su vez transforman la realidad, misma que es vital porque sin ella no existiría consecución del saber, ni continuidad de la enseñanza.
Siempre es momento oportuno para reivindicar la docencia como el ejercicio libre del pensamiento porque como decía el ejemplo enorme de Adolfo López Mateos: “no hay doctorado final para quien se afana por obtener, de cada minuto de la existencia, una lección de esperanza y de Libertad que transmitir a sus semejantes. Ser maestro implica seguir siéndolo siempre”.
